¿QUÉ PUEDES HACER SI TU HIJO INSISTE MUCHO?: LA TÉCNICA DEL DISCO RAYADO
Este es el tercer artículo de la colección: ESCUELA DE FAMILIAS. Una serie de artículos en los que damos pautas y recursos para hacer frente a los problemas cotidianos en la educación.
Los hijos pueden ser muy insistentes cuando quieren algo. Con frecuencia los niños aprenden que perseverar conduce a que los adultos acaben cediendo. Asocian el insistir mucho con salirse con la suya. Cuando esto ocurre podemos perder la paciencia generando tensiones y conflictos en casa. De hecho a veces pueden ponerse tan pesados que sucumbimos para que nos dejen tranquilos. Si esto te ocurre a menudo, la técnica del disco rayado te ayudará a gestionar estas situaciones con éxito.
El punto de partida siempre es asegurarnos que nuestro hijo tiene todas las necesidades cubiertas y dejar claro nuestro punto de vista sobre ese asunto determinado, pero ¿y si sigue insistiendo?
1.- No pierdas la calma. La insistencia es normal cuando queremos convencer a alguien de algo. Tu hijo no te está retando, simplemente quiere conseguir algo y por eso insiste. Si es necesario, pide una pausa y tómate un tiempo para calmarte.
2.- No cedas. Si tras la insistencia acabas cediendo, lo que aprende tu hijo es que insistir es útil. Esto provoca que el comportamiento insistente se mantenga o que incluso aumente. Por no decir que aprende que mediante la insistencia uno consigue lo que quiere, dando lugar a que en el futuro utilice esta estrategia.
3.- Ignora. Si es posible o si te sientes cómodo haciéndolo, ignorar es un buen recurso. A veces si no prestamos demasiada atención, dejan de insistir de forma natural y rápida. Si quieres saber más sobre el poder de tu atención consulta este artículo.
4.- Si no puedes ignorar, aplica la TÉCNICA DEL DISCO RAYADO. Consiste en repetir el mismo mensaje continuamente. No es volver a dar explicaciones sino transmitir tu idea de forma clara y concisa. “Verás la tele cuando hayas terminado los deberes” …
Veamos un ejemplo más concreto:
Antonio tiene muchas ganas de jugar pero ya es la hora de dormir. Su padre le dice que tiene que irse a la cama y que debe descansar para mañana levantarse e ir al colegio. Antonio insiste: “Pero yo quiero jugar” a lo que su padre le responde: “Entiendo que te apetezca jugar pero es momento de dormir” (Disco rayado). Antonio no se rinde: “Déjame jugar un rato y luego me duermo” pero su padre le contesta: “No puedes jugar, ahora hay que dormir” (Disco rayado). El padre de Antonio deberá mantenerse en este discurso hasta que su hijo entienda que no va a ceder y desista.
Otro ejemplo típico en adolescentes:
Carlos quiere una moto. Sus padres han tenido una conversación en la que le han explicado que no van a comprarle una moto porque no la consideran segura y además, supone un gran gasto para la familia. A la mínima oportunidad Carlos saca el tema: “Por favor quiero una moto porque así llego más rápido a los sitios”. Sus padres le responden: “Ya sabes nuestra postura. No te vamos a comprar una moto” (Disco rayado). Carlos apela a sus emociones: “Pero soy el único de mis amigos que no tiene y me voy a quedar fuera” a lo que sus padres podrían responder: “Esto ya lo hemos hablado Carlos y la decisión está tomada” (Disco rayado). Carlos persevera e intenta negociar: “Si saco buenas notas y consigo un trabajo podría ayudaros a pagarla” Sus padres responden: “Tu seguridad está por encima de cualquier cosa y la moto no nos parece segura. Lo sentimos pero la decisión está tomada” (Disco rayado)
Entrar a discutir lo mismo una y otra vez es inútil porque supone un coste emocional para todos. Por muy insistente que sea tu hijo, llega un momento que acaba asumiendo que en esta ocasión no se va a salir con la suya. Como siempre te decimos, no te creas nada, ponlo a prueba y comprueba tú mismo los resultados.
La técnica del disco rayado es más efectiva si prestamos poca atención a las quejas y otras llamadas de atención. No es raro que en un principio se enfade, pero si continuamos con el disco rayado, se terminará cansando de pedir y obtener siempre la misma respuesta. En caso de que su comportamiento sea muy malo o perjudique a terceros, habrá que aplicar las consecuencias propias de este tipo de conductas.