¿Qué entendemos por educar en resiliencia o resistencia a la adversidad?
La idea de resiliencia está muy presente en nuestro día a día en el ámbito social. Se trata de un concepto que ha emergido en las últimas décadas desde las teorías psicológicas, adquiriendo una gran aceptación. De hecho, podemos encontrarlo en contextos académicos, profesionales y sociales, incorporándose incluso al vocabulario cotidiano de personas de todas las edades.
Pero, ¿en qué consiste ser resiliente en realidad? Algunos autores definen la resiliencia como la capacidad que algunas personas tienen de sobreponerse a situaciones difíciles, traumáticas o adversas, experimentando incluso transformaciones personales y adquiriendo nuevas cualidades tras su superación.
Curiosamente, el término resiliencia viene de la física, (se aplica a materiales que son capaces de volver a su estado original tras una perturbación), pero en psicología el concepto va más allá: ser resiliente es superar una adversidad y salir fortalecido de ella.
¿Por qué es importante educar a nuestros hijos para que sean personas resilientes?
Es sabido que todas las personas atravesaremos a lo largo de nuestra biografía por situaciones complejas o de cambio. Algunas serán naturales y esperadas, propias del transcurrir de la vida y otras aparecerán de forma inesperada. También nuestros hijos atravesarán durante su desarrollo por numerosas situaciones de este tipo, muchas de ellas inevitables. La incorporación a la escuela, la llegada de un hermano, un cambio de domicilio, la pérdida de un abuelo, una enfermedad, una situación de fracaso escolar, un desengaño con amigos… son algunos ejemplos.
Sabemos que ser resiliente supone tener mayor capacidad de adaptación las situaciones difíciles y también a situaciones nuevas.
Por ello, cobra para los padres un especial interés que sus hijos sean capaces por sí mimos de enfrentarse a los problemas de la forma más adecuada y con relativa independencia. Eso nos asegurará mucha tranquilidad, ya que sabemos que no siempre podremos estar a su lado en la adversidad. No podremos evitar que vivan situaciones difíciles, pero parece sensato plantearse si podemos entrenar en familia esta capacidad de sobreponerse, ayudando a nuestros hijos a encontrar el equilibrio aún en las pequeñas o grandes dificultades que les depare la vida.
¿Cómo se aprende la resiliencia?
Son muchos los psicólogos que han investigado durante las últimas décadas dónde se adquiere esta forma de “resistencia” a los acontecimientos difíciles y si se puede mejorar durante el desarrollo. Las investigaciones dicen que el periodo de la infancia es fundamental. La resiliencia se comienza a adquirir desde la más tierna infancia. La relación del niño con sus progenitores es fundamental en su desarrollo desde los primeros meses de vida, principalmente respecto al apego, seguridad y libertad del niño para poder explorar el mundo.
Las personas resilientes adultas, en la mayoría de los casos, tuvieron en la infancia un referente de apego que les brindó la posibilidad de enfrentarse a los problemas por sí mismos, pero dándoles seguridad y confianza.
La resiliencia se puede entrenar en la adolescencia y la edad adulta, cuando se cuenta con la ayuda de adultos significativos que contribuyan a desarrollar los recursos naturales, satisfagan las necesidades personales y respeten los derechos de la persona.
También es posible “enseñar” a los niños y adolescentes con dificultades o traumas a ser más resilientes, ayudándoles a reformular sus vivencias pasadas y organizar sus emociones.
Las investigaciones han encontrado que muchas personas que son resilientes en la edad adulta no han tenido una infancia fácil, sino que, por el contrario, han tenido que afrontar y superar grandes dificultades desde edades muy tempranas. Cabe preguntarse cómo han generado esa capacidad de sobreponerse a sus problemas. Encontramos la respuesta a esta cuestión en el tipo de apego que estos adultos tuvieron cuando niños.
De hecho, un elemento común a muchas personas resilientes es haber tenido algún adulto que les haya transmitido seguridad y confianza, pero sin sobreprotegerles demasiado, de modo que hayan podido adquirir independencia progresiva para solucionar ellos mismos sus problemas. Esto nos puede dar muchas pistas sobre cómo debemos relacionarnos con nuestros hijos para potenciar todas sus cualidades.
Lo que dicen las investigaciones…
Las personas resilientes:
Tienen un mayor afán de superación.
Tienen mayor autoestima.
Se conocen mejor y son conscientes de sus fortalezas y debilidades.
Son capaces de regular mejor sus emociones.
Son capaces de descubrir formas diferentes de ver el mundo, utilizando en ocasiones soluciones creativas a los problemas cotidianos.
Pueden desarrollar nuevas capacidades, hábitos y habilidades ante la adversidad.
Se adaptan mejor a situaciones nuevas o difíciles.
Son más optimistas.
Cuando leemos a los psicólogos especialistas en resiliencia nos sorprende gratamente comprobar que una de las claves para hacer niños y adolescentes “resistentes” a las dificultades es que estos comprendan que algunos acontecimientos traumáticos han sido positivos en su vida, llegándose incluso a sentirse agradecidos por haberlos vivido. Puedes pensar que esta afirmación es algo exagerada. De hecho, sería inadecuado afirmar que las desgracias en la vida son deseables. Sin embargo, parece claro que muchas personas, muchas familias, una vez que son capaces de atravesar y superar las dificultades, salen gratamente fortalecidas de dichas experiencias.
¿Te ha pasado a ti alguna vez? ¿Conoces algún caso cercano de especial fortaleza?
Tenemos el ejemplo de aquellas familias en las que hay niños muy enfermos, niños con capacidades distintas o que tienen problemas especiales. Se trata de casos en los que es fundamental que todos los componentes de la familia desarrollen sus fortalezas y aprendan a relacionarse con esta diversidad funcional. De hecho, a veces, observamos cómo la familia se robustece y es capaz de mantenerse unida, aún en momentos muy complejos.
¿Cómo lo consiguen?
Parece que una de las claves es involucrar a todos, (en la medida de sus edades y posibilidades) en el cuidado de la persona más vulnerable, pero haciendo que especialmente él mismo, aquél que tiene dificultades, sea el principal responsable de afrontar la adversidad que le ha tocado vivir, consiguiendo cada vez mayor independencia y capacidad para valerse de sus habilidades para superar las dificultades que le pueda presentar la vida.
En cualquier caso, en cualquier circunstancia, estamos seguros de que te gustaría que, aun en la peor de las situaciones que pudieran vivir, tus hijos consiguieran:
Ser más resistentes.
Tener menor desequilibrio emocional y personal.
Sentirse menos frustrados.
Poder aprender nuevas habilidades.
Y en ello fundamentamos el objetivo de nuestra guía sobre resiliencia: Entender cómo podemos hacer que nuestros hijos obtengan habilidades ante la adversidad, estando cada vez más preparados para lo que les pueda deparar la vida.
“La resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, superarlas y ser transformado positivamente por ellas" (E. Grotberg, 1998).
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