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PRINCIPIO 3: TODO TIENE UN CONTEXTO Y UNA CONSECUENCIA, QUERÁMOSLO O NO


Has de saber que los niños, al igual que nosotros, son seres sociales. Interaccionan con el entorno y las personas que les rodean. Si quieres mejorar cómo lo hacen tendrás que ser capaz de observar su conducta y de registrar también lo que denominamos antecedentes y consecuentes, es decir, lo que sucede antes y lo que acontece después


Reunión familiar

REVISANDO AQUELLO QUE SUCEDE ANTES DE...


Muchos de nuestros comportamientos vienen determinados por el contexto en el que suceden y por ciertos antecedentes o “despertadores” de la conducta. Por ejemplo, cuando la imagen de un apetitoso bizcocho en el escaparate de una pastelería te recuerda que sería un buen momento para comer algo. O el ambiente divertido y bullicioso de una reunión familiar te predispone a animarte a contar un par de chistes.  


El contexto y los antecedentes, juegan un papel importantísimo en el comportamiento. Su análisis, (al que algunos autores lo llaman “ingeniería conductual”) nos ayuda a comprender e incluso modificar o diseñar las conductas que se aprenden. 


Te animamos a que reflexiones sobre todo lo que ocurre antes del comportamiento de tu hijo, principalmente si este ha sido inadecuado. Quizás podrás dilucidar si el contexto o los antecedentes tuvieron algo que ver. Estos son algunos consejos:


  1. Asegúrate de que el ambiente “anime” a un comportamiento adecuado y no lo contrario. Por ejemplo, el visionado de una película violenta o inapropiada para la edad de tu hijo puede hacer que él mismo reproduzca esas conductas o palabras violentas de inmediato. 

  2. Revisa qué se puede esperar de el comportamiento de un niño o adolescente en ese contexto: ¿es apropiado para su edad? ¿podrá portarse bien? Por ejemplo, si pides a tu hijo que te acompañe en una visita familiar o en un evento demasiado formal. 

  3. Utiliza si es posible algunos trucos que le ayuden a que esté tranquilo y se comporte con corrección, por ejemplo, algún juguete o pasatiempos que le ayude a estar tranquilo y distraído.


Cuando queremos anticipar un comportamiento correcto o enseñar una rutina también resulta estratégico, diseñar el contexto. Por ejemplo, creando un ambiente propicio en que los hijos deben hacer sus tareas escolares: un ambiente tranquilo, sin “despertadores” que le animen a jugar o descansar... Algunas familias han conseguido sacarle mucho partido a su organización familiar, simplemente estudiando estos aspectos e invirtiendo el orden de las actividades, (primero hacer las tareas y luego jugar o ver la tele y no a la inversa). 


TODO LO QUE OCURRE DESPUÉS ES FUNDAMENTAL


Los niños y adolescentes normalmente se mueven por motivaciones como el reconocimiento de los otros, la atención o la gratificación. Este hecho es muy interesante en la crianza y educación, ya que, si es aquello lo que necesitan, será tan sencillo como procurárselo por sus buenos comportamientos. Este es nuestro segundo gran consejo. Presta atención a todo aquello que hace bien. 


Si algo le funcionó a tu hijo en el pasado, probablemente tenderá a repetirlo. Si una rabieta o enfado tuvo como consecuencia poder evitar una situación desagradable, volverá a repetirlo. Si cuando se salta una norma no sucede nada malo, pero consigue un objetivo, (por ejemplo, poder jugar o salir con los amigos) tenderá a repetirlo. Por el contrario, si saltarse la misma norma tiene como consecuencia perder el privilegio de poder jugar con su juego favorito o salir con los amigos, probablemente se lo pensará dos veces a la hora de saltarse la norma en el futuro.


Esto nos lleva a estar atentos a las consecuencias que intencionadamente promovemos, pero también a las que se producen de manera natural o gratuita, e incluso sin darnos cuenta. ¿Qué sucede cuando, por ejemplo, reímos una gracia o una palabra malsonante? Pues que tiende a repetirse. ¿Y si a nuestro hijo adolescente le multan por un comportamiento incívico y nosotros asumimos el pago? ¿O cuando no ha realizado la tarea escolar la tarde anterior y le justificamos su error ante los maestros? En ambos casos estaremos evitando un aprendizaje natural


La psicología científica conoce bien las leyes del aprendizaje por consecuencias que lleva estudiando durante décadas y que resumimos a continuación muy discretamente.


  1. LA LEY DEL EFECTO  o LEY DEL REFUERZO


    ¿En qué consiste? Es así de sencillo:  la consecuencia determina la acción. Si a un comportamiento le sigue una buena consecuencia, (o un efecto satisfactorio) tendemos a repetirla. Si a algo que hacemos le sigue una consecuencia desagradable o indeseada, tendemos a no volver a hacerlo. Si algo no tiene consecuencias se acaba extinguiendo.


    ¿Cómo aplicarla? Padres y profesores pueden utilizar esta ley clásica para reforzar a través de elogios, cumplidos, recompensas, privilegios o reconocimientos aquellas conductas infantiles y adolescentes interesantes, por ejemplo: que estudien, que cumplan con sus obligaciones domésticas o cuando los niños tienen comportamientos adecuados. También puede usarse esta ley para hacer desaparecer los comportamientos inadecuados.


    Puedes leer algo más sobre el refuerzo en EL ELOGIO: Su importancia como recurso educativo.


  2. PRINCIPIO DE PREMACK


    ¿En qué consiste? Esta ley explica que “una actividad con alta probabilidad de ocurrencia puede ser utilizada para reforzar una actividad con baja probabilidad de ocurrencia” a través de la asociación. Esta ley a veces se confunde con la ley del refuerzo, aunque el principio de Premack nos permite utilizar como incentivo comportamientos ya instaurados en nuestros hijos.


    ¿Cómo aplicarla? En casa podemos asociar conductas frecuentes a otras menos probables para aumentar su presencia y motivación. Por ejemplo, si propones a tu hijo aumentar su tiempo de ocio (leer, hacer deporte)  tras ordenar su cuarto, su motivación por hacer las estas actividades le puede llevar a hacer aquello menos interesante primero. Si tu adolescente ya tiene el hábito adquirido de ponerse ropa cómoda al llegar a casa, es posible asociar esa rutina a otra nueva, como por ejemplo, que tome una pieza de fruta a continuación.


  3. LEY DE LA INERCIA


    ¿En qué consiste? Los comportamientos tienden a continuarse en la misma dirección, como si de una fuerza física se tratase.


    ¿Cómo aplicarla? Si ayudamos a los hijos a interiorizar conductas aprobables, éstas generarán otras similares en la misma dirección.  Por ejemplo, si enseñamos a un niño a cepillarse los dientes, este comportamiento hará más probable que se adquieran otros hábitos de higiene como el de lavarse las manos o cepillarse el cabello.


  4. LEY DE LA PRÁCTICA


    ¿En qué consiste? Cuanto más se practica una habilidad, más probable es que se retenga, aprenda e interiorice. A mayor repetición se logra también que el aprendizaje sea más duradero y se estimule la memoria. 


    ¿Cómo aplicarla? El uso de rutinas repetitivas genera hábitos que ayudan a los hijos a interiorizar comportamientos y normas sociales. Si te interesa profundizar sobre cómo promover la práctica frecuente de buenos comportamientos, puedes descargar nuestra guía de cómo entrenar en el esfuerzo. Recuerda que la práctica continuada puede generar cualquier tipo de hábito, (bueno o malo). Algo inicialmente poco atractivo e incluso desagradable pueda adquirir poder reforzante si asocia con estímulos agradables de forma repetida. (Esta es una de las explicaciones de que fumar, que es desagradable las primeras veces que lo hacemos, se acabe convirtiendo en un hábito).



    Niños con buen comportamiento

Existen numerosas aplicaciones de estas leyes, aunque algunas de ellas no son desinteresadas. La publicidad, por ejemplo, utiliza estas reglas para influirnos e incentivar el consumo con numerosas estrategias focalizadas en la asociación. Un perfume, por ejemplo, es presentado por una persona bellísima. Así asociamos que si usamos ese producto probablemente seremos altamente atractivos. 


Por otro lado, la psicología es utilizada en el ámbito de las organizaciones. Los directivos también conocen el efecto de las consecuencias. Cuando en una empresa se utilizan incentivos laborales por productividad o puntualidad: los empleados se esforzarán por llegar a los objetivos propuestos, motivados por la consecuencia agradable de hacerlo, del mismo modo que se esforzarán por no perder ciertos privilegios


En el caso de los niños y adolescentes, el efecto del aprendizaje por consecuencias es similar. Pongamos un ejemplo. Imagina que tu hijo está aburrido en la sala de espera de una consulta médica y te solicita tu teléfono móvil para estar distraído. ¿Qué sucedió anteriormente? Imagina que había estado molestando a otros niños o peleando con su hermano. ¿Qué poder tendrá el hecho de que le prestes tu móvil? ¿será beneficioso para él? ¿Qué habrá aprendido? Probablemente algo en su mente de aprendiz le dice que si molesta y tiene dificultades para comportarse finalmente conseguirá algo divertido. Imagina, por el contrario, que lleváis media hora en ese consultorio y durante ese tiempo tu hijo ha realizado sus tareas escolares pendientes, trabajando concentrado y en silencio. ¿Verdad que prestarle el móvil no tendrá el mismo significado? El aprendizaje será que, si bien a mis padres no les gusta que use su teléfono, es probable que lo consiga una vez que cumpla con mis obligaciones y tenga un comportamiento amable. 


Ten en cuenta que, en los adolescentes así como en los adultos, tener una grata consecuencia por una conducta, por ejemplo, tras el consumo de alcohol, puede animarnos a repetir. Si somos personas tímidas y probamos a beber una copa para desinhibirnos, el hecho de que la estrategia funcione puede llevarnos a adquirir un hábito. Sin embargo, si tu adolescente llega a casa algo bebido y a la mañana siguiente se encuentra con la pérdida de algún privilegio o la limitación de sus salidas, valorará de otra manera “las bondades” de beber. 


Quédate con esta idea. Jugar con los antecedentes y resultados de un hecho te ayudará a ajustar las consecuencias de sus comportamientos, utilizando tus propias actuaciones como incentivos o consecuencias positivas, o consecuencias de negativas o ausencia de consecuencias de lo que hacen.  

Visita nuestro apartado de Escuela de familias para saber más.


 

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