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PRINCIPIO 1: EL PODER DEL APRENDIZAJE


En nuestro repaso por las leyes fundamentales que rigen y dirigen el comportamiento humano hemos querido empezar por animarte a que comprendas el enorme potencial de aprendizaje que tiene el ser humano, sobre todo cuando es pequeño. La mayoría de nuestros aprendizajes y rutinas son aprendidas. El ser humano es capaz de aprender ya desde el nacimiento.


Niña imitando a mamá

Mediante la observación de otros, la imitación y las consecuencias de sus actos los niños son capaces de aprender rápidamente formas nuevas y eficaces de comportarse. Veamos cómo lo hacemos:


  1. Aprendemos mediante la observación de otras personas. 


    Se trata de una gran fuente de aprendizaje, rápida y económica. Desde niños somos grandes observadores. A través de la observación podemos, por ejemplo, saber cómo se enciende un dispositivo o cómo se saluda cuando encontramos a un vecino. Esto es una gran ventaja educativa, ya que adquirir nuevas habilidades es sencillo y rápido, (tan fácil como prestar un poco de atención a cómo lo hacen los demás). Pero supone también un reto enorme para los adultos principales en la vida de los hijos, ya que de niños solemos imitar a nuestros padres.


  2. Imitamos a nuestros modelos de referencia. 


    Los hijos se parecen a sus padres en su forma de comportarse, caminar o expresarse. También en su comportamiento en general. Aunque podríamos pensar que este hecho se debe a cuestiones genéticas, ya se ha demostrado que no es así. Incluso en las familias adoptivas se aprecia este fenómeno en el que padres e hijos se parecen como dos gotas de agua. Saber que nos observan y tienden a imitarnos depara una gran responsabilidad, ya que no deberíamos, por ejemplo, comunicarnos de forma violenta, ni conducir de forma peligrosa. Pero también es un reto precioso, si sabemos hacer de esta condición una oportunidad.


  3. Cuando alguien hace algo podemos aprender de lo que le sucede después. 


    La observación de las consecuencias de las conductas de otros también es bastante útil en el aprendizaje. Si los hijos ven a una persona de su familia obtener “buenos resultados” a través de cierto comportamiento, probablemente lo podrán imitar. Por ejemplo, si la participación de un compañero en clase es felicitada, es probable que él también intente participar. Si la colaboración de un hermano en casa es celebrada, él probablemente intentará colaborar. 


  4. Aprender de nuestra propia conducta. 


    Existen muchas otras maneras de aprender y de algunas de ellas hablaremos en artículos sucesivos, aunque ya podemos anticipar que uno de los aprendizajes más potentes es el aprendizaje a partir de las consecuencias que tienen los propios actos. A comportarse bien o mal se aprende y expresiones como “tiene el genio de su madre” o “ya desde la cuna mostró mucho carácter” tristemente solo pueden explicar un mínimo porcentaje de lo que tu hijo hace. Curioso, ¿verdad? Aunque lo desarrollamos en otro artículo (PRINCIPIO 3: TODO TIENE UN CONTEXTO Y UNA CONSECUENCIA, QUERÁMOSLO O NO) podemos adelantarte que si tu hijo hace algo de lo que obtiene un beneficio, tenderá a repetirlo. Si su comportamiento se penaliza o se ignora, será menos probable que se vuelva a dar. Es por eso que padres y educadores deberían prestar una gran atención a todo aquello que los menores hacen de forma adecuada y reforzárselo. 


    A través de este mecanismo también se pueden desaprender comportamientos no deseados, aunque para ello necesitaremos algo más de persistencia. ¿Por qué? Porque si una persona ha hecho algo que le ha ayudado a conseguir sus objetivos, lograr atención o evitar consecuencias no deseadas, inicialmente su tendencia será repetir aquello que les ha funcionado. Pero de eso hablaremos más delante de forma más extensa en PRINCIPIO 4: DESHACER LO APRENDIDO LLEVA ALGO MÁS DE TIEMPO.


Antes de seguir leyendo, focaliza tu atención en dos ideas principales: (a) la mayor parte de nuestro comportamiento es aprendido y (b) esto supone para los adultos una gran responsabilidad (sobre todo a la hora de que nuestro propio comportamiento sea ajustado). Al mismo tiempo es una buena oportunidad para moldear la conducta de los hijos a nuestro criterio de lo que consideramos correcto.


Y así es. El esfuerzo y la constancia de los padres a la hora de aplicar estos principios hacen emerger buenos resultados en los tres ámbitos de la conducta humana: el pensamiento, la emoción y la acción.

 

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