¿ESTAMOS ANTE UNA EPIDEMIA DE DÉFICIT DE ATENCIÓN E HIPERACTIVIDAD EN LOS NIÑOS?
Si crees que tu hijo sufre TDAH, el Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad, o te han dicho que podría sufrirlo este artículo te puede interesar. En el vamos a exponer nuestra opinión sobre el hecho de que este trastorno esté cada vez más diagnosticado entre la población infantil y adolescente y compartiremos nuestra experiencia con opciones que no implican medicar a tu hijo.
Entendemos que hay padres que puedan estar muy preocupados ya que han oído hablar del TDAH en muchas ocasiones y quizás cuentan ya con hijos de amigos ya diagnosticados.Dada la información que circula por Internet muchos padres pueden llevar a cabo un autodiagnóstico del TDAH que puede ofrecerles una cierta tranquilidad por el hecho de saber qué es lo que le pasa a su hijo. Pero aceptar la etiqueta del trastorno implica asumir limitaciones que pueden ser infundadas y que se produzca lo que en psicología se conoce como profecía autocumplida: el niño que es tratado por los adultos que lo rodean como un niño con problemas de atención y/o hiperactividad, terminará creyéndoselo y probablemente terminará desarrollando un déficit de atención y/o comportamientos disruptivos. Y también puede conducir a los padres a considerar determinadas conductas como parte del diagnóstico, omitiendo así la alternativa de reducarlas a través del entrenamiento de la atención y de la relajación.
Sin embargo, nuestra experiencia en consulta es que muchas veces el supuesto TDAH remite con el crecimiento y el desarrollo del niño especialmente en el rasgo de la hiperactividad e impulsividad porque simplemente estamos ante un fenómeno evolutivo natural.
Por ello nos gustaría tratar de dar luz en este artículo a varias cuestiones:
¿Estamos ante una Patologización de la infancia?
Desde hace años estamos asistiendo a un incremento exponencial de los diagnósticos de TDAH, el trastorno de déficit de atención e hiperactividad en niños. Muchos nos sorprendemos de que el TDAH se haya vuelto tan común en las escuelas cuando en nuestros tiempos de estudiantes no se hablaba de él. Nuestra inquietud es que se esté patologizando las dificultades propias de la educación de los niños, en un momento de la sociedad en el que el estrés de los padres y educadores y el abuso de la tecnología desde edades muy tempranas pueden estar tras el origen de esas dificultades y no constituir una patología en sí misma.
Es cierto que los niños pueden experimentar problemas relacionados con la atención la actividad e incluso el humor sin que por ello sea necesario etiquetarlos como trastornos mentales. El hecho de que algunos comportamientos problemáticos ocurran con mayor frecuencia ¿significa que una gran cantidad de niños padecen trastornos psiquiátricos? ¿o más bien son comportamientos propios del desarrollo y reacciones que aparecen en niños normales?
La cuestión fundamental es si realmente estamos ante un aumento del TDAH en la infancia o se trata, por el contrario, de un uso y abuso del diagnóstico y en consecuencia de la medicación en los niños.
Cada vez más voces, en el ámbito de la psicología clínica y educativa, como es el caso de Marino Pérez, Héctor González y Fernando García de Vinuesa en su libro “Volviendo a la normalidad”, cuestionan el etiquetado como una patología, de comportamientos que pueden estar dentro de la normalidad o, que, sin estar en la total normalidad, no implican un trastorno mental.
¿Es el TDAH aparentemente un trastorno longevo?
El TDAH aparece formalmente como trastorno mental en 1980 en el DSM-3, la tercera versión del manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación de Psiquiatría Americana. Sin embargo, algunos autores, defensores a ultranza de la preexistencia de esta patología, establecen sus orígenes a principios del siglo XX. Concretamente en 1902 con George Frederic Still, que describió 20 casos de niños y adolescentes tratados por él, cuyo denominador común era la violencia y las conductas antisociales, lo cual, como veremos más adelante, no son características del repertorio de conductas que podrían constituir síntomas de TDAH.
Por ello, hoy en día se cuestiona si estos 20 niños realmente padecían algún trastorno o simplemente eran niños difíciles de educar sin más. La misma duda nos surge ante el hecho de que, en la actualidad, el TDAH es ampliamente diagnosticado a niños y adolescentes que viven en centros de menores y hogares de acogida que proceden de familias desestructuradas. Probablemente educados con estilos educativos sin normas ni límites, que fomentan la baja tolerancia a la frustración, o con modelos (medios audiovisuales, padres,etc) que modelan y refuerzan el comportamiento agresivo. Bien podría ser que se esté considerando su comportamiento como algo anormal cuando en realidad no sería más que una continuación de las conductas problemáticas que han vivido en su núcleo familiar.
El problema de considerar, quizá equivocadamente, el TDAH como un trastorno identificado hace más de 100 años es que podría proporcionar una falsa sensación de alivio a los padres Éstos creerían que el diagnóstico de su hijo está avalado por más de un siglo de ciencia médica cuando en realidad podría tratarse de comportamientos, los descritos por G.F. Still, que no tendrían relación con el TDAH.
¿Podría tener un origen orgánico?
Por otro lado, el siglo XX estuvo marcado por intentos fallidos de situar el origen de conductas consideradas “anormales” en una disfunción cerebral.
Debido a ello, la definición actual del TDAH excluye la posibilidad de una enfermedad orgánica y se limita a un conjunto de síntomas y etiquetas como hiperactivo, impulsivo o inatento que en realidad son criterios conductuales y que en muchos casos podrían tratarse de observaciones subjetivas de padres o profesores, sesgadas por el agotamiento de las exigencias de la vida actual. Y cuyo remedio estaría en un estilo educativo o entrenamiento adecuado, más que en un tratamiento farmacológico.
Lo sorprendente es que, a pesar de ello, el tratamiento de elección para el TDAH es el farmacológico y son las propias farmacéuticas las que al hablar de fármacos para el tratamiento del TDHA lo asimilan a una enfermedad orgánica.
Esto puede tener su explicación en que uno de los máximos abanderados de la introducción del TDAH en el Manuel diagnóstico DSM-3 de 1980 fue Russell Barkley, quien recibió su doctorado en psicología clínica por su tesis sobre la medicación en niños con hiperactividad. Su libro “Niños hiperactivos” también contribuyó a la extraordinaria multiplicación de diagnósticos en EEUU en la década de los 80 y a la adopción del tratamiento farmacológico.
Ya en esa misma época se elevaron voces que criticaban la idea del TDAH y todos los trabajos científicos referidos a aspectos biológicos del TDAH fueron posteriormente refutados o no confirmados, incluso por el mismo grupo investigador. A pesar de ello, tanto en la sanidad estadounidense como en la sanidad española se sigue sosteniendo la perspectiva no fundamentada de que el TDAH estaría causado por un trastorno en determinadas zonas del cerebro.
Por el contrario, la prestigiosa e influyente guía de la sanidad británica NICE, utilizada reiteradamente en la sanidad española para justificar recomendaciones, adopta una postura en línea con las evidencias científicas actuales. Sostiene que el trastorno sigue siendo definido exclusivamente a nivel conductual y que la presencia de estas conductas no implica una enfermedad neurológica, sino que multitud de factores ambientales o familiares podrían estar relacionados con su diagnóstico.
¿Una anormalización de conductas normales?
Según el mencionado Rusell Barkley, defensor del trastorno y de la medicación, un niño de siete años normal debería de ser capaz de sentarse a su mesa a trabajar y resistir al impulso de hacer cosas más entretenidas como jugar, ver la televisión o jugar a los videojuegos. Sin embargo, tan normal es que un niño se comporte así, como que no lo haga y las dos cosas son normales en el repertorio de conductas de niños normales.
El criterio de Barkley es el que ha predominado para determinar lo que queda dentro de la normalidad y lo que no encaje con ello será una anormalidad, curiosamente observada en gran cantidad de niños y de ahí que el diagnóstico del TDAH se haya aplicado a millones de niños.
En la actualidad la idea de anormalidad en conductas que son, según nuestra experiencia clínica, perfectamente normales también se ha colado en los manuales de diagnóstico como el DSM-5, heredero del DSM-3. Ya lo comentamos en el artículo que publicamos en relación al fenómeno del supuesto crecimiento exponencial de los casos de transexualidad.
También en el manual de diagnóstico DSM- 5 se recogen criterios subjetivos para el TDAH, en los que la calificación de anormalidad puede quedar en manos de la alta o baja tolerancia de los padres o de sus educadores. Entre dicho repertorio, con respecto a la inatención, se recogen como anormales conductas como: tiene dificultad para mantener la atención en clases, conversaciones o la lectura prolongada, parece tener la mente en otras cosas, inicia tareas, pero se distrae rápidamente y se evade con facilidad, dificultad para organizar tareas y actividades.
En cuanto a la hiperactividad e impulsividad el DSM-5 relaciona conductas como: a menudo mueve en exceso manos o pies, o se remueve en su asiento, a menudo corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo, a menudo “está en marcha” o suele actuar como si tuviera un motor, a menudo habla en exceso, a menudo interrumpe o se inmiscuye en las actividades de otros.
En nuestra opinión, la mayor parte de este repertorio de conductas son conductas perfectamente normales tanto en adultos que viven en esta sociedad de la hiperinformación y de la tecnología y cuanto más en niños que por naturaleza del desarrollo normal, tienden más a este tipo de conductas.
A los criterios subjetivos se une la arbitrariedad de establecer un plazo de 6 meses en estos síntomas para considerar la existencia del trastorno, cuando se da la circunstancia de que esa supuesta sintomatología puede remitir a los 10 meses o a los dos años de forma espontánea o a través otras alternativas distintas a la medicación, como es la educación y el entrenamiento adecuado.Abundando más en la arbitrariedad, el DSM5 establece que cuando no se dan exactamente los criterios para diagnosticar TDAH, se puede diagnosticar un TDAH no especificado de manera que, llegando a extremos desastrosos, cualquier niño que rete la capacidad y el aguante de sus progenitores o de sus educadores podría etiquetarse con TDAH.
¿La sociedad de la distracción medicando a niños distraídos?
Vivimos la paradoja de que se diagnostica a niños y adultos por una atención deficiente cuando la norma general en la sociedad en la que vivimos es estar distraído. La cultura en tiempos de Internet y las redes sociales es perfecta para una atención superficial y cada vez más es más difícil dedicar mucho tiempo a reflexionar sobre un tema, leer un artículo o mantener la atención de una forma prolongada.
En varios artículos hemos alertado del peligro de exponer a los niños desde edades muy tempranas a las pantallas. Y la consecuencia de ello, es que los niños, al igual que los adultos de la época en la que vivimos, tampoco son capaces de sostener la atención.
En el caso del TDAH en adultos también estamos asistiendo a una patologización de conductas que estarían alineadas con esta sociedad de la información, de la tecnología y de las redes sociales. Esta presión ocasiona, en general, un alto grado de descontento y de dispersión en cualquier adulto sin necesidad de padecer un trastorno.
Se supone que las personas adultas con TDAH estarían caracterizadas por una cierta inquietud motora y necesitarían siempre estar haciendo cosas, serían personas que no respetan los turnos de palabra y que suelen hablar en tono alto y su impulsividad en ocasiones se manifiestan gastos desmesurados de dinero , tienden a la búsqueda de sensaciones, se aburren con facilidad, dejan las cosas para última hora y su nivel de atención es bajo, por eso pierden muchas veces el hilo de las conversaciones.
Sin duda una persona que reúna algunos o todos estos comportamientos experimentará en su día a día un alto grado de malestar y sin embargo esto no querrá decir que padezca una patología. Sino que simplemente está expuesto a los desafíos y a la velocidad que la sociedad actual imprime a la vida.
¿Es efectiva la medicación para el TDAH?
No solo la distracción constante sino también el remedio es producto de esta sociedad tratando la falta de atención con sustancias psicoestimulantes que, como el metilfenidato, tiene propiedades químicas y efectos psicoactivos similares a la cocaína.
Hoy en día se estima que un 10% de los niños serán diagnosticados de este trastorno y medicados por ello y el 50% continuarán con esta medicación de adultos. Con fecha 30 de octubre de 2024 la Agencia Española del Medicamento y productos Sanitarios (AEMPS) ha anunciado que han agotado distintas marcas comerciales de Metilfenidato y no se espera que el suministro vuelva a la normalidad hasta el primer trimestre de 2025. Nos parece dramático y un claro exponente de la sobre medicación a la que se está exponiendo a los niños en España.
Y a pesar de ello, los estudios sugieren que no existe un efecto específico de estos psicofármacos en niños diagnosticados de TDAH sino que tendrían los mismos efectos en niños no diagnosticados. Además, la medicación con metilfenidato no ha mostrado efectos positivos a largo plazo ni en el rendimiento académico ni en los síntomas del TDAH. Queremos enfatizar que el metilfenidato es utilizado incluso antes de los seis años de edad, cuando el cerebro aún está en pleno desarrollo, y todavía se desconocen los efectos a largo plazo en el cerebro. Esto es especialmente preocupante puesto que distintos estudios han mostrado que el uso de la medicación psicoestimulante modifica la anatomía cerebral y la función cerebral de forma similar a como lo hacen peligrosas drogas psico estimulantes.
Una de las investigaciones más citadas para justificar el uso de la medicación en el TDAH fue el Estudio de tratamiento Multimodal – MTA, después de un seguimiento de tres años, no demostró diferencia alguna de la medicación con respecto a otras opciones de tratamiento. Este estudio se ha criticado además por defectos en el diseño experimental, así como por conflictos de interés de varios investigadores que reconocieron haber recibido honorarios o financiación de varias multinacionales farmacéuticas.
El entrenamiento de la Atención, una alternativa a la medicación
Por supuesto que hay otras alternativas a la medicación en relación a los problemas de atención y sería la posibilidad de educarla y entrenarse en ella. El Mindfulness o entrenamiento de la Atención Plena son dos herramientas que pueden hacer realidad lo que ya dijo el padre de la neurofisiología, Santiago Ramón y Cajal: todo hombre puede ser si se lo propone escultor de su propio cerebro.
La atención plena es una práctica que fomenta la concentración, el control de impulsos, la regulación emocional y en general las funciones ejecutivas.
En nuestra experiencia con el entrenamiento de la Atención Plena podemos destacar el caso sobresaliente de una persona de 23 años que llevaba desde la adolescencia medicada con Metilfenidato. En el plazo de 3 meses después de guiarla en distintas prácticas de entrenamiento de la atención fue capaz de dejar la medicación, afrontar con éxito y sin estrés el periodo de exámenes y todo ello con unas notas sobresalientes.
Estudios han demostrado que otros factores pueden ser efectivos reduciendo los síntomas del TDAH como el practicar ejercicio y cambios en la dieta.
Con respecto al ejercicio, estudios de investigación reportan que una sesión de ejercicios de 30 minutos mejora tareas como la planificación y priorización.
Con respecto a los cambios en la dieta, se ha estudiado que los niños con TDAH son más propensos a tener alergias y sensibilidades alimenticias. Cuando comen alimentos que no les sientan bien, su comportamiento puede verse afectado y sus síntomas de TDAH empeorar. Es importante por ello consultar con un médico especialista antes de restringir su dieta.
En este, si bien el azúcar no causa TDAH, si que puede empeorar los síntomas, por tanto, el reducir su consumo puede ser, no solo un hábito saludable sino también un factor que ayude a minimizar los síntomas de hiperactividad.
En un próximo artículo profundizaremos en estas alternativas saludables a la medicación.
¿Negar la existencia del TDAH?
Finalmente queremos dejar claro que no queremos negar la posibilidad de que haya casos en los que el TDAH sea realmente una dificultad seria para algunos niños o adolescentes. Simplemente pretendemos que este artículo sirva de reflexión sobre si realmente se trata de un trastorno que está adquiriendo proporciones de epidemia o, por el contrario, se están incluyendo en el diagnóstico dificultades en la educación de los niños generadas en el contexto de la sociedad actual y que de ninguna manera deberían de patologizarse.
El desarrollo de la sociedad actual hace que la educación de los niños sea más complicada de lo que ya es y que padres y profesores se sientan desbordados. Padres y niños y profesores necesitan ayuda para superar los retos, pero no a costa de un diagnóstico ni de un tratamiento medicalizado centrado en el niño.
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