EL ELOGIO: Su importancia como recurso educativo
Introducción
¿Cuándo fue la última vez que elogiaste a tu hijo? En ocasiones, cometemos el error de centrarnos únicamente en corregir y señalar lo que nuestros hijos hacen mal y nos olvidamos de reconocer lo que hacen bien. Sin embargo, está más que demostrado que el elogio es una de las consecuencias positivas más potentes para fortalecer una buena conducta. De hecho, está comprobado que es más eficaz elogiar tras un buen comportamiento que castigar tras uno malo.
Sabemos que cuando hay problemas en casa (desobediencia, conductas poco deseables, peleas…) cuesta ver lo positivo, lo que se hace bien. Te animamos a que te pongas las gafas positivas y te des cuenta de cualquier buen comportamiento que tenga tu hijo, por pequeño que sea, y que no olvides de elogiárselo.
Una de las mayores reticencias a la hora de elogiar, son ideas como: que los niños tienen que hacer las cosas porque sí, que es su obligación, su responsabilidad y que por lo tanto no hay que elogiarles por ello y que hacerlo es un error porque se malacostumbran. Los niños buscan la atención de los padres y cuando no les elogiamos por las conductas positivas, tienden a comportarse mal sabiendo que tendrán nuestra atención garantizada ante el mal comportamiento. Por lo tanto, no, tu hijo no se va a convertir en un tirano o en un flojo si le elogias, más bien ocurre todo lo contrario.
Lo que dicen las investigaciones
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Cómo hacerlo
Veamos con detalles algunos puntos importantes:
Alabar las conductas. Aunque creas que no, seguro que presenta comportamientos deseables. No obstante, debemos evitar comentarios, tanto positivos como negativos, que engloben a la persona tipo: “Eres un vago”, “Eres una maleducada”, “Eres buena persona” o “Eres muy responsable”. Los primeros, que tienen un componente de crítica, pueden generar rechazo y emociones negativas y los positivos, generan mucha presión para actuar siempre en función de las expectativas de los demás. Por eso debemos siempre referimos a comportamientos específicos. Por ejemplo: “No ha estado bien que pegues a tu hermano” o “Me gusta que te hayas esforzado tanto para el examen de francés”
Elogios concretos. Cuanto más preciso sea el elogio mejor entenderá que es lo que hace bien y mayor probabilidad de que esa conducta se repita en un futuro. Por ejemplo: “Me ha gustado mucho que ayudes a tu hermano a recoger sus juguetes” frente a “has sido muy bueno con tu hermano”.
Alabar cualquier avance. Aunque te parezca que aún está lejos de hacer las cosas bien, no por ello son menos importantes los pasos que se van dando. No hay que esperar a que el comportamiento sea perfecto para elogiarlo. No debemos olvidarnos de elogiar cualquier pequeño paso hacia la conducta deseada. Si queremos que nuestro hijo se vista solo, debemos empezar por elogiar que se ponga cualquier prenda de ropa y no pretender que se vista entero desde el primer momento. Otro ejemplo puede ser el quitar la mesa y meter los platos en el lavavajilla. Diríamos: “Has hecho muy bien metiendo tu vaso en el lavavajillas” (aunque aún no haya quitado toda la mesa solo). A medida que se vayan manteniendo los progresos se irá elogiando menos y se acabará elogiando el comportamiento final. En el caso del ejemplo: “Has recogido fenomenal la mesa y metido todas las cosas sucias en el lavavajillas” La suma de pequeños progresos dan como resultado comportamientos deseables.
Elegir bien los elogios. Puedes elogiar de muchas maneras: dando un abrazo, sonriendo, diciendo que te gusta mucho como lo está haciendo, valorando su esfuerzo… Para que no se normalice el elogio y pierda parte de su efecto, es interesante variar las expresiones de reconocimiento. Los elogios más poderosos son los abrazos, los besos y otras señales físicas de cariño y reconocimiento, junto con la expresión de sentimientos positivos: cuánto me alegra, me encanta ver que has recogido tu cuarto, hecho tus deberes, ayudado a tu hermano a vestirse…. La idea es darte cuenta de las cosas positivas que tu hijo realiza y hacérselo saber de alguna manera.
Elogiar con inmediatez. Es importante que no pase mucho tiempo entre el comportamiento deseado y el elogio para que no pierda su efectividad.
Elogia delante de otras personas. Reconocer ante otros seres queridos, comentar con los abuelos los avances, decirle a la profesora lo que se ha esforzado… Tu hijo sentirá que lo que hace es importante y constatará que otras personas se alegran de sus logros.
Exagera y utiliza el humor. El sentido del humor es otro recurso importante para impactar emocionalmente. Si te encuentras que tu hijo ha puesto la mesa puedes hacer algún comentario del tipo “Hoy hemos disfrutado del mejor camarero del barrio”. Tu hijo se sentirá muy bien consigo mismo y os reiréis un poco.
Cuidado con elogiar y criticar al mismo tiempo. Hay que evitar a toda costa caer en un error muy frecuente que es elogiar y a la vez criticar. Por ejemplo: “Cuánto me alegro que ordenes tu cuarto porque hacía tanto tiempo que no lo hacías…” Céntrate en lo bueno y en lo que quieres reconocer. Lo demás abórdalo en otro momento más oportuno.
El afecto es importante. La crianza debe basarse en el amor incondicional. Elogiar comportamientos adecuados es necesario, pero no debemos olvidar ser amables y afectuosos con nuestros hijos siempre, incluso cuando no se porten bien. No debemos condicionar nuestro amor y nuestra aceptación a su comportamiento.
Si te cuesta elogiar te animamos a que lleves un diario de la buena conducta, en el que apuntes cada día las cosas buenas que tu hijo ha hecho. Cada día anota en una lista de 3 a 5 cosas positivas o deseables que ha hecho cada uno de tus hijos. Al final del día comparte esa lista con tus hijos, alabando y destacando aquellas cosas positivas. A ellos les hará sentir muy bien y tú podrás comprobar como tus hijos también hacen cosas bien.