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Cómo prevenir la violencia en menores


Hace pocos días, la sociedad se vio sacudida por la trágica noticia de varios adolescentes que atacaron y asesinaron brutalmente a su cuidadora en un piso tutelado. Hechos como este generan una profunda preocupación y nos llevan a preguntarnos: ¿Cuáles son las causas que pueden desencadenar un comportamiento tan extremo? ¿Se podría haber prevenido esta tragedia?


Es esencial abordar el problema con un enfoque integral, comprendiendo que este tipo de conductas violentas no tienen una explicación simple. Existen factores individuales, familiares y sociales que pueden influir en la aparición de estas conductas desadaptativas.



Violencia en menores

Factores Individuales


Los menores involucrados en conductas violentas pueden presentar trastornos psicológicos graves como:


  • La psicopatía - Es un trastorno mental que se caracteriza por una falta de empatía, remordimiento y culpa.

  • El trastorno antisocial de la personalidad - Las personas que la padecen no pueden adaptarse a las normas sociales, como son las leyes y los derechos individuales. 

  • El trastorno negativista desafiante - Es un trastorno donde los menores suelen desafiar a otros de forma activa o se niega a cumplir las peticiones o las reglas de los adultos. 


Estos trastornos pueden tener su origen en factores relacionados con el estilo de vida, como el entorno familiar y social. Las familias desestructuradas, en las que hay falta de apoyo emocional, inestabilidad o abuso, pueden ser un factor clave en el desarrollo de estos trastornos. Además, el consumo de sustancias y la exposición a la violencia desde edades tempranas pueden desencadenar impulsividad, dificultades en la regulación emocional y una mayor propensión a actuar de manera agresiva. La presión social y la necesidad de pertenencia a un grupo también pueden jugar un papel crucial en este tipo de comportamientos.


Factores Familiares


Muchos de los menores en pisos tutelados han vivido experiencias de abandono, maltrato o negligencia en sus hogares. La ausencia de modelos de referencia positivos, la falta de normas claras y la carencia de afecto pueden llevar a la interiorización de conductas agresivas como mecanismo de supervivencia. La crianza en entornos familiares desestructurados aumenta significativamente el riesgo de desarrollar comportamientos violentos y dificultades para integrarse socialmente de manera saludable.


Para prevenir este tipo de situaciones, es clave fomentar una crianza basada en valores sólidos, donde los padres sean modelos positivos de conducta. Algunas estrategias efectivas incluyen:


  • Establecer normas y límites claros: Los niños y adolescentes necesitan reglas para aprender sobre el respeto y la convivencia.

  • Fomentar la comunicación efectiva: Es fundamental que los hijos se sientan escuchados y comprendidos en su entorno familiar.

  • Educar con el ejemplo: Los niños aprenden principalmente por imitación, por lo que es clave que los padres demuestren con su comportamiento los valores que desean inculcar.

  • Refuerzo positivo y reconocimiento: Es importante destacar los logros y actitudes positivas de los hijos para fortalecer su autoestima y motivación.

  • Dedicar tiempo de calidad en familia: El vínculo afectivo entre padres e hijos es crucial para un desarrollo emocional saludable.


Mensaje "Stop Vionece"

Factores Sociales y Ambientales


El contexto en el que crecen estos adolescentes también influye en su comportamiento. La exposición a la violencia, ya sea en el hogar, en la escuela o en la sociedad en general, puede normalizar el uso de la agresión como forma de resolver conflictos. Además, vivir en entornos marginales o estar expuestos a violencia virtual o real puede fomentar la adopción de patrones conductuales disfuncionales.


Es fundamental entender que los niños y adolescentes son producto de su entorno. Si crecen en comunidades donde la violencia es común, la falta de oportunidades es evidente y el acceso a educación de calidad es limitado, es más probable que desarrollen comportamientos agresivos.


Según expertos en educación y crianza, la falta de habilidades emocionales y la exposición constante a modelos negativos pueden aumentar el riesgo de conductas violentas. La escuela y la sociedad en su conjunto deben jugar un papel activo en la formación de los jóvenes, promoviendo valores como el respeto, la empatía y la solidaridad. Además, la existencia de redes de apoyo comunitarias puede hacer una diferencia significativa en el desarrollo de los adolescentes, ayudándolos a encontrar alternativas positivas para su crecimiento


Prevención y Soluciones


Ante este tipo de tragedias, es fundamental reforzar la prevención mediante estrategias que incluyan:


  1. Educación en valores y habilidades socioemocionales: Es esencial enseñar a los niños y adolescentes el respeto, la empatía y la resolución pacífica de conflictos desde una edad temprana.

  2. Apoyo psicológico temprano: La detección y tratamiento oportuno de problemas emocionales y conductuales pueden prevenir la escalada de conductas violentas.

  3. Fortalecimiento del sistema de protección infantil: Mejorar la calidad de atención en los centros de acogida y proporcionar modelos de referencia positivos puede ser clave en la rehabilitación de estos jóvenes.

  4. Intervención familiar: Apoyar a las familias en riesgo para mejorar sus habilidades de crianza y prevención de violencia es una medida indispensable.

  5. Legislación y políticas sociales efectivas: Es necesario diseñar e implementar políticas que protejan a los menores y les ofrezcan oportunidades de desarrollo integral.

  6. El papel del hogar en la prevención: La familia es el primer entorno donde los niños aprenden valores y conductas. Es fundamental que los padres eduquen con el ejemplo, promoviendo el respeto, la comunicación y el manejo saludable de las emociones. Cuando los niños crecen en hogares donde se fomenta el diálogo, la resolución pacífica de conflictos y se establecen límites claros, es menos probable que desarrollen conductas violentas en el futuro.


La violencia ejercida por menores es un fenómeno alarmante que refleja profundas carencias en el desarrollo emocional, educativo y social de los jóvenes. No podemos atribuir estos actos a una única causa, sino que es necesario un enfoque multidimensional que aborde tanto la prevención como la intervención temprana. La educación en valores desde el hogar, con padres que sean modelos de comportamiento positivo, juega un papel clave en la formación de niños y adolescentes responsables y empáticos. La sociedad en su conjunto debe asumir la responsabilidad de garantizar que los niños y adolescentes crezcan en entornos seguros, con valores sólidos y el apoyo necesario para su desarrollo. Solo así podremos evitar que tragedias como esta se repitan y construir un futuro más seguro y equitativo para todos.


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