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Cómo ser padres afectuosos sin caer en la sobreprotección



El instinto de protección hacia nuestros hijos no sólo es algo bueno sino que es esencial para que puedan desarrollarse correctamente. El ser humano nace indefenso por eso necesita los cuidados y protección de sus progenitores hasta que pueda hacerlo por sí mismo.


Sin embargo, la sobreprotección no sólo tiene el objetivo de cubrir sus necesidades físicas y emocionales mientras ellos no pueden hacerlo sino que es vivir por y para el hijo intentando evitarle cualquier tipo de sufrimiento o malestar.


Nuestro objetivo es “enseñarles a pescar en lugar de darles el pescado” o lo que es lo mismo, proporcionarles la ayuda que necesitan al mismo tiempo que le enseñamos a desenvolverse en la vida. Una vez que vayan adquiriendo las herramientas necesarias, debemos desplazarnos a un segundo plano para que sean ellos los que tomen las riendas de sus vidas.



¿Qué consecuencias tiene la sobreprotección?


Cuando adoptamos una actitud sobreprotectora, lo hacemos para evitarle a nuestro hijo malestaresinnecesarios. Sin duda, nuestra intención es buena pero ¿somos conscientes de las consecuencias de este estilo educativo? Veamos algunas de las más frecuentes:


- Miedos en la edad adulta

Prevenirle de todos los riesgos posibles puede ser contraproducente. Si lanzamos mensajes como: “no hagas esto por si…”, “ten cuidado con tal cosa”, “deja que lo haga yo que es peligroso”… les trasladamos nuestros propios miedos y crecen con la idea de que el mundo que les rodea está repleto de amenazas.


- Baja tolerancia a la frustración

Cuando caemos en la sobreprotección pueden ocurrir cosas como estas: si quieren algo, se lo doy; que no quieren hacer algo, lo paso por alto; que tienen un conflicto, lo resuelvo por él… Seguro que nuestra intención es que nuestro hijo no lo pase mal pero ¿qué pasará a medio y largo plazo? Hoy en día se sabe que el resultado es que experimentan frustración con muchísima frecuencia y que en raras ocasiones tienen las habilidades adecuadas y suficientes para gestionarla. Cuando en un futuro su pareja le deje o cuando tenga un conflicto con su jefe, no vamos a estar allí para solucionárselo. Nuestro papel consiste en enseñarles y acompañarles a superar todas estas adversidades y hacerles resistentes para que luego como adultos sean capaces de afrontarlas y manejarlas y crecer con ellas.



- Adultos dependientes y con baja autoestima

Si siempre andas con unas muletas, ¿qué pasa cuando te las quitan? Te caes. Lo mismo puede ocurrirles a tus hijos cuando no estés ahí para ellos si los has protegido en exceso. Las personas que han sido sobreprotegidas durante su infancia, acaban creyendo que solas no pueden afrontar la vida por no tener capacidades suficientes y por eso tienden a depender más de los demás y a experimentar grandes dosis de inseguridad.



- Déficit de capacidades y habilidades

Imagina que alguien hubiera cocinado siempre por ti, te hubiera hecho siempre la cama, hubiera hecho tus deberes o resuelto tus problemas ¿Crees que ahora sabrías hacer todas esas cosas? Probablemente no. Las habilidades se aprenden practicando. Si hacemos todo por nuestros hijos no aprenderán, tomarán una actitud pasiva ante la vida y además, se creerán con derecho a que los demás les resuelvan los problemas y hagan todo por ellos.



- Insatisfacción permanente

La sobreprotección puede dar lugar a adultos que no saben afrontar la vida. Se dan de bruces con la realidad, haciéndose conscientes de que hay algo más allá de la burbuja en la que han estado viviendo. Las personas no cumplen sus expectativas, resuelven peor los problemas y conflictos ya que esperan que les den siempre la razón, no valoran el esfuerzo que hay detrás de las cosas…



- Tensiones familiares

Los padres que sobreprotegen a sus hijos experimentan elevados niveles de estrés. Estar todo el día pensando cómo satisfacer las necesidades de los hijos o cómo evitarles el sufrimiento, es muy cansado.


Por otro lado, es frecuente que durante la adolescencia los hijos se rebelen contra la actitud sobreprotectora de los padres. Es una etapa en la que los chicos buscan su espacio, tomar sus propias decisiones o buscar sensaciones nuevas y esto choca bruscamente contra la manera de funcionar de los padres.



-Obstaculiza su desarrollo. María Montessori dijo que “cualquier ayuda innecesaria es un obstáculo para el desarrollo de los niños” y no podemos estar más de acuerdo. Aunque nazcan indefensos también nacen con el potencial para desarrollar muchas habilidades y capacidades. No les privemos de la oportunidad de aprender y crecer.



Algunas formas de sobreprotección y qué hacer para no caer en ella

- Protegerles de las consecuencias naturales de su comportamiento. Por ejemplo: se le olvida la mochila, se la llevo; no ha estudiado para el examen, dejo que se quede en casa; tiene un conflicto con un hermano, se lo resuelvo… Pretender evitarles a toda costa el malestar allanándoles el terreno suele ser un problema a la larga.


Nuestro consejo es que dejes que experimenten las consecuencias de sus actos porque es una de las formas más eficaces de aprender y que tomes una actitud de acompañamiento. Es decir, si a tu hijo se le olvida hacer sus deberes y el profesor le puntúa de forma negativa, esa experiencia será la mejor forma para que recuerde hacer sus tareas en un futuro. Si tu hijo se deja los zapatos en el colegio pues al día siguiente tendrá que ir en zapatillas. No obstante, recuerda que todas estas normas de educación las interiorizan mejor y las aceptan mejor cuando se explican y se consensuan previamente en las reuniones familiares.


También puedes animarles a que reflexionen sobre la mejor manera de actuar ante situaciones similares si se dieran en un futuro.



- Adoptar el papel de criados de los hijos. Hacer de taxista, recogerle la ropa, ordenarle su cuarto… Es decir, hacer cosas que podría hacer o decidir ellos mismos sin tu ayuda y mimarles dándoles todos sus caprichos para que no sufran.


Si te identificas con esta forma de sobreproteger, te recomendamos que inviertas tu energía en educar en la autonomía. Enseña habilidades y potencia sus capacidades para que cada vez sean menos dependientes de ti. También puedes hacer un listado de responsabilidades y asignar cada semana una a tus hijos. Por último, diles que no con más frecuencia. Si no lo tienen todo tan fácil, favorecerás que lo hagan por sí mismos y que desarrollen sus habilidades.



- Estar encima de ellos todo el día. Conocemos su horario mejor que ellos, resolvemos sus conflictos y problemas, intervenimos incluso antes de que nos hayan pedido ayuda…

Nuestro consejo es que no intervengas cuando no sea necesario y permite que sean ellos los que intenten resolver sus problemas. Sólo si ves que solos no pueden, ofrece tu ayuda. Además, céntrate en enseñarles herramientas útiles y confía que podrán hacerlo. Si tus hijos perciben que confías en ellos, se sentirán motivados y capaces.



- Demasiada exigencia. Buscar la perfección del hijo puede someter a toda la familia a un gran estrés. Tomar una actitud demasiado estricta y exigente suele ser contraproducente en la mayoría de los casos.


Te animamos a que motives y alientes en lugar de exigir. También asume las limitaciones de tu hijo y no le presiones para que vaya más rápido de lo que puede. Puedes animarle a mejorar y a potenciar sus capacidades al tiempo que respetas su ritmo. Y recuerda que los errores son una magnífica oportunidad de aprendizaje.




Un hijo no te va a decir: “mamá, papá no me sobreprotejas” porque es difícil renunciar a la comodidad y seguridad que proporcionan tus cuidados. Debes ser tú el que identifique cuándo es el momento de dejar de protegerles para que vuelen solos.


Recuerda que nuestro objetivo es educar para que el día de mañana tengan las habilidades y destrezas necesarias para hacer frente a la vida. En algún momento tu hijo tendrá que salir del cascaron y cuando lo haga, debe estar preparado. Esa preparación depende en gran medida de lo que tú haces en su infancia y adolescencia.


Toma consciencia de tu estilo educativo. Muchos de nosotros hemos sido educados en un ambiente autoritario y queremos a toda costa evitar esto nuestros hijos y fácilmente caemos en la sobreprotección o la permisividad. Hay muchas investigaciones que confirman los efectos negativos de la sobreprotección. Encuentra el término medio, delegándole en ellos todo lo posible y acompañándoles en su afrontamiento de las adversidades y dificultades de la vida.


 

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