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Cómo decir que no sin herir al otro para ser tú mismo y llevar la vida que deseas

El presente artículo está basado en el libro “Tu puedes aprender a ser feliz” de Carmen Serrat-Valera y Alexa Dieguez.


Son muchas las ocasiones en que nos sentimos presionados para hacer cosas que no deseamos, para perder nuestro tiempo haciendo cosas que no elegimos, que no son prioritarias y que no encajan en nuestros valores, en nuestros objetivos y en nuestro propósito en la vida.


Saber decir que no te permite ser tú mismo, y llevar la vida que deseas. Cuánta gente deja su vida, su agenda, sus planes, su tiempo y un sinfín de decisiones en manos de los demás y se deja presionar por ellos.


Para ser tú mismo y decidir hacia dónde quieres conducir tu vida, has de tener en cuenta tus necesidades, intereses, valores, propósito, entre otras cosas, y velar por ellos. Para ello no te queda más remedio que aprender a decir que no


Y puedes aprender a hacerlo con amabilidad y consideración. ¡¡Es posible!!


Hacerlo te reportará enormes beneficios para tu salud física y emocional y a llevar la vida que deseas.



Algunas consideraciones previas importantes


Tienes derecho a decir no sin justificarte


No necesitas dar explicaciones, aunque no debes convertirte en un maleducado para hacerlo. 


Agradece las ofertas y las propuestas que recibas, di algo amable para que los demás no vivan tu negativa como un rechazo hacia ellos, pero mantente firme.


Si permites que los demás decidan por ti, acabarás haciendo un montón de cosas que no deseas hacer, renunciarás a tus objetivos y experimentarás resentimiento hacia los que tratan de imponerte sus criterios y gobernar tu vida.


No hay que confundir el saber decir que no con ser un egoísta o un irresponsable. Nada te impide emplear tu tiempo en acceder a las peticiones de los demás si para ti es importante ser generoso y solidario. Si éste es tu caso, te felicitamos. Estas cosas son las que realmente ayudan a ser feliz. Pero no es lo mismo elegir libremente compartir tu tiempo con los demás, ayudarlos o acompañarlos, que hacer cosas que no deseas hacer por ser incapaz de decir que no.


Tampoco podemos confundir aprender a decir que no con desentendernos de las obligaciones y responsabilidades que tenemos. Ocuparnos de nuestros hijos, de nuestros seres queridos y de los amigos que libremente hemos elegido cuando nos necesitan son responsabilidades que tenemos que respetar. 


Practica también ante el espejo el decir que no para ser cada vez más capaz de mantenerte firme en tu postura y sobrevivir a las presiones externas. Pronto comprobarás por ti mismo a qué personas puedes abrirte honestamente y a cuáles simplemente debes decir un no sin más explicaciones.


Si a pesar de todo te cuesta y no sabes cómo hacerlo, a continuación te proponemos una fórmula hecha que es fácil de aprender y que te permite decir que no sin rodeos ni excusas falsas:


Cómo decir que no:


– Empatiza con la persona que te está pidiendo algo. Ponte en su lugar y muéstrale tu comprensión. 


– Empieza tu respuesta con algo amable: “Me encantaría ayudarte, pero…” o agradeciendo su propuesta, si es una invitación: “Te agradezco que hayas contado conmigo… pero me es imposible asistir a …”


– Si no tienes clara tu respuesta, pide más información, todas las aclaraciones que necesites. Este paso es optativo, utilízalo solo si dudas, no si tienes clara tu respuesta. Así evitarás que la otra persona se llame a engaño. 


– Di que no directamente, de forma concisa. No te andes por las ramas para no correr el riesgo de que te interpreten mal. 


– No te justifiques. Tanto, andarse por las ramas como justificarse son comportamientos que transmiten que no te sientes seguro de tu postura y permiten abrir una brecha para que el otro intente convencerte y presionarte. Una respuesta directa denota seguridad y convencimiento.


– Si lo deseas, puedes dar razones (me gusta pasar el fin de semana en familia…).


– Si te parece oportuno, ofrece alternativas. Este paso es optativo, abstente de ofrecerlas si no tienes alternativas claras y razonables, o si puedes perjudicar o molestar a terceros.


– Si tienes dudas, puedes pedir tiempo para pensarlo: “Tengo que consultar mi agenda….” “Voy a pensarlo y te contesto en cuanto pueda….”. No lo utilices como disculpa. No lo hagas si tienes claro que vas a decir que no.


– Cuando el otro se muestre muy insistente, es muy útil el uso del “disco rayado”: repetir como un disco rayado tu negativa, sin ironizar ni agredir y mostrando tu sonrisa y un lenguaje no verbal amable: “Me encantaría pero me es imposible (…) Me encantaría pero me es imposible…”




Una buena forma de decir que no:


“Te agradezco mucho que hayas pensado en mí y que hayas contado conmigo. Me encantaría poder decirte que sí, pero me resulta imposible en este momento”.

Pongamos un ejemplo: te han invitado a ir a una cena un martes y has decidido no aceptar compromisos sociales en días laborables porque no te permiten descansar ni dedicar tiempo a tu familia y a tus aficiones. Utilizando la fórmula que te proponemos, dejas clara tu negativa a ir a la cena, pero muestras una actitud amable al afirmar que te gustaría poder decir que sí. Si te apetece, puedes ofrecer una alternativa: “No puedo asistir a la cena, pero me encantaría que quedáramos alguna tarde para dar un paseo y charlar.”  Quedar con los amigos para dar un paseo te permite satisfacer varias necesidades al tiempo: realizar ejercicio físico, pasar más tiempo al aire libre, ver a las personas que te importan y dedicar más tiempo a actividades relajantes.



Háblate a ti mismo de forma adecuada: tienes derecho a decidir qué haces con tu tiempo y a que tu vida no sea invadida o planificada por los demás.

Uno de los ámbitos en los que es más complicado decir que no, pero que a la vez resulta más necesario, es el laboral. Muchas veces realizamos horas extraordinarias no remuneradas, permitimos que nos alarguen el horario de forma extenuante o hacemos cosas que van en contra de nuestra ética porque pensamos que no tenemos otra salida. 


Está demostrado que gran cantidad de personas trabajan largas jornadas, pero con un rendimiento que deja mucho que desear. Por el contrario, quien se organiza no permite interrupciones innecesarias, no charla con sus compañeros constantemente, no pierde el tiempo en eternas reuniones improductivas (numerosos estudios demuestran que nos reunimos muchas más veces de las necesarias, y durante mucho más tiempo del que sería imprescindible), no dedica media jornada a una comida supuestamente de negocios en la que, al final, solo se tocan asuntos personales y la abundancia de comida pesada y alcohol te deja inútil para el resto de la tarde.


Nos da miedo tener problemas con el jefe, dejar de ser promocionados e incluso perder el trabajo. Sin embargo, en muchas ocasiones es posible decir que no, especialmente en lo que a los horarios se refiere. ¿Por qué no pruebas a marcharte a tu hora cuando hayas terminado tu trabajo y a no alargar la jornada más allá de lo razonable por muchas tareas que tengas pendientes? . Quizás no tenga consecuencias catastróficas.





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