CULPABILIDAD EN LA PATERNIDAD
¿Te has sentido alguna vez culpable en tu papel como padre o madre? Seguramente tu respuesta sea que sí.
Aunque la culpa es una emoción muy útil, que nos ayuda a mejorar y a enmendar nuestros errores, puede convertirse en un problema cuando aparece sin que haya un motivo “justificado” o real. Es curioso como los padres pueden sentir culpa por alzar la voz, por olvidar la cartulina para la clase de pintura, por estar cansado y no implicarse al 100% en la lectura del cuento antes de dormir o por no planchar el uniforme. En nuestro afán de ser buenos padres podemos ponernos un listón tan alto que, ante la incapacidad de llegar a él, nos sentimos culpables o inútiles.
Nos gustaría detenernos en un aspecto que consideramos muy relevante. Desde hace años nos bombardean con ideas o consejos para evitar cosas tan naturales como que nuestros hijos se frustren, lloren o tengan una pataleta. Sin duda, atender a las necesidades físicas y emocionales de nuestros hijos es imprescindible pero también hay que poner límites de forma amable y ser respetuosos con nuestras propias necesidades. Pretender atender al minuto a cualquier reclamo de tu hijo es imposible y una fuente de culpabilidad. Aunque hay corrientes educativas que abogan por evitar a toda costa el malestar del niño y que aconsejan una serie de pautas que nos aseguran que lo conseguirán, la realidad es que es poco probable que funcionen en todas las ocasiones. Es inevitable enfadarse, perder los nervios, discutir o frustrarse.
Un enfoque mucho más factible y constructivo sería enseñar a los hijos a reconocer y gestionar sus emociones, a afrontar las dificultades, a demorar la gratificación o a comunicarse de una forma adecuada.
Cada día comprobamos como la paternidad y la maternidad se está convirtiendo para muchas personas en una fuente de estrés y ansiedad. Como comentamos, hay diversas razones para que esto sea así: inseguridad, altas expectativas, exceso de información sobre crianza y educación, opiniones de los demás o la falta de habilidades de afrontamiento adecuadas son algunas de las más frecuentes. Sea por el motivo que sea, todas ellas desencadenan una sensación de incapacidad y culpa que impiden disfrutar y vivir plenamente la paternidad.
Si te sientes identificado con lo anterior y quieres aprender a gestionar la culpa en la paternidad, las ideas que te proponemos a continuación pueden ayudarte:
1. Si necesitas mejorar, hazlo
Como decíamos al inicio del artículo, la culpa nos ayuda a corregir nuestros errores y a mejorar nuestros déficits. No olvides que eres un ser humano y que será inevitable meter la pata en alguna ocasión o tener que aprender nuevas habilidades. Cuando creas que debas mejorar o te equivoques, analiza lo ocurrido y busca soluciones para que no vuelva a ocurrir. Por ejemplo: Si gritas y pierdes los papeles con frecuencia quizás sería interesante fortalecer tu paciencia o si crees que eres demasiado crítico, aprender a elogiar puede mejorar mucho la atmósfera familiar.
Transforma la culpa en responsabilidad y compromiso para hacerlo mejor la próxima vez.
2. Date tiempo
No es lo mismo ser un padre primerizo que tiene todo por aprender que un padre que ya tiene varios hijos y por lo tanto, más experiencia. Tampoco es igual tener un hijo con un temperamento dócil que otro con uno más rebelde.
Como ocurre con todo en la vida, se necesita tiempo para aprender. Lo que te funciona con un hijo o en una ocasión concreta, puede que no lo haga en otro momento o con otra persona. Esto no quiere decir que lo estés haciendo mal simplemente que debes seguir buscando el camino correcto.
Es poco realista pensar que todo saldrá bien a la primera. El tiempo es necesario para poder probar, ver resultados y cambiar si es necesario.
3. No todo depende de ti
En ocasiones, la culpa surge de la idea de que el comportamiento o el bienestar de mi hijo son resultado directo de mis acciones y actitudes. Si partes de esta premisa errónea, todo lo que se salga de tu expectativa lo vivirás como un fracaso o un error. Si mi hijo pega a su hermano significa que algo estoy haciendo mal, si saca malas nota es porque no me puse firme cuando aún me hacía caso o si no consigue solucionar sus problemas con sus amigos es porque no le doy buenos consejos.
Asume que no todo depende de ti. Si tu valía como padre o madre sólo la basas en el resultado, cuando éste no sea el deseado, sacarás la conclusión de que lo estás haciendo mal y aparecerá la culpa. Hay muchas variables que pueden influir y no todas están bajo tu control.
4. Confía en tu criterio
Tú conoces a tus hijos mejor que nadie por eso los consejos u opiniones de los demás, no debes considerarlos verdades absolutas o la única forma adecuada de funcionar. La culpa puede ser consecuencia de pensar que las expectativas que tienen otros sobre ti no las cumples o de notar que estás haciendo las cosas de una manera diferente.
Te animamos a que, aunque escuches a otros y reflexiones sobre sus puntos de vista, no dejes de lado tu intuición y tu criterio.
5. Replantéate tus prioridades
¿Qué es lo realmente importante para ti? ¿Cuáles son tus valores como padre o madre?
Cuando tengas claro esto, podrás orientar tus acciones hacia la dirección que quieres. Sin embargo, si no reflexionas sobre estas cuestiones, puedes verte arrastrado por las modas, las expectativas de terceros o sentirte perdido. Lo que es importante para otro padre, no tiene que serlo para ti y viceversa. La culpa puede aparecer por ser incongruente con tus principios. Por ejemplo: si para ti es importante el respeto en casa y estás insultando y está siendo excesivamente crítico con tu hija, es probable que te sientas culpable y mal. Esto se debe a que tu propio comportamiento no está alineado con tus valores. Si esto te está pasando a ti, toma conciencia, reconecta con tus valores y actúa en función de ellos.
6. Tus hijos son importantes pero no son lo único
Hay un tipo de culpa típica entre padres y madres, la culpa por descuidar otras áreas de la vida. Así es, la paternidad en ocasiones puede absorber tanto que se abandonan otros aspectos importantes como por ejemplo, el autocuidado o el matrimonio. Evidentemente los hijos debe ser una de las principales prioridades pero esto no significa que no se pueda dejar algo de espacio y tiempo para otras cosas.
El bienestar humano depende de lo cubierta o no que tengamos las distintas áreas y necesidades. Buscar el equilibrio es clave para sentirnos bien con nosotros mismos.
Hay muchas cosas que puedes hacer para conseguirlo: pide ayuda a abuelos, amigos o familiares; ponte de acuerdo en casa para reservar un par de horas a la semana para realizar alguna actividad individual; de forma periódica realiza alguna actividad en pareja sin niños;
Como hemos ido desgranando a lo largo del artículo, la culpa puede surgir por distintas razones pero si rascamos, lo que hay bajo la superficie es el deseo de hacer las cosas bien. Intentar que nuestros hijos sean felices y se conviertan en adultos capaces.
Asumir que hay situaciones incontrolables, que es imposible no equivocarse o entender que la crianza supone un aprendizaje continuo te ayudará a reducir la culpa y a afrontar la paternidad con mucha menos ansiedad.
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