4 cosas que debes saber sobre el cerebro adolescente
A veces se considera la adolescencia como una fase de la vida que cuanto antes pase mejor. En la que la relación con tu hijo adolescente empeorará y empezarán los problemas (rebeldía, búsqueda de nuevas sensaciones, temeridades variadas…). Pero nuestro consejo es que veas esta etapa y todos los cambios que conlleva como algo esencial y necesario para el desarrollo óptimo de tu hijo. Si lo consigues, y afrontáis juntos este nuevo capítulo, todos estos cambios cerebrales y comportamentales pueden dar grandes frutos en la edad adulta.
En este artículo pretendemos mostrarte algunos hallazgos sobre la adolescencia con la finalidad de que puedas conectar mejor con tu hijo adolescente. Si comprendes cómo funciona su cerebro, podrás entenderle mejor. Algunos de los más relevantes son estos:
1. El cerebro adolescente sufre grandes cambios
No sólo a nivel estructural sino que la forma de actuar, pensar y sentir son diferentes. Destacamos estas 4 características de la mente por ser muy representativas de esta etapa.
1. Búsqueda de la novedad. Buscan lo nuevo en cualquier ámbito. Esto es positivo porque les permite evolucionar y enfrentarse al cambio. No temer lo nuevo es muy importante para evolucionar y enfrentarse a los retos de la vida. Pero tiene un gran problema: puede conducirles a tener conductas de riesgo.
2. Implicación social. Se desapegan de la familia y aumenta la conexión con su grupo de iguales. También puede atraerles la idea de conocer a nuevas personas de entornos hasta el momento poco explorados. No obstante, si se mantiene un equilibrio y no se desligan totalmente de la familia, no hay nada de lo que preocuparse.
educa 4. Exploración creativa. Sus cerebros comienzan a tener la capacidad de razonar de forma más abstracta y esto permite que sean más críticos y se cuestionen más las cosas. Aunque esto es muy bueno, puede conllevar crisis de identidad, sentirse más presionados por los iguales o sentirse perdidos.
Así es; a lo largo de la adolescencia se producirán cambios importantes que tienen sus beneficios y sus inconvenientes, pero todos ellos son necesarios. No debemos reprimirlos o castigarlos sino ayudar a nuestros hijos a gestionarlos y reconducirlos de forma adecuada.
2. Necesidad de gratificación
Durante la adolescencia se libera en el cerebro una gran cantidad de dopamina. Esto provoca que los adolescentes se sientan atraídos por todo lo que conlleve una posible gratificación. Las principales formas en las que se manifiesta son:
1. Impulsividad. O lo que es lo mismo, primero actúan y después piensan. No hay reflexión para valorar distintas opciones y los riesgos de cada una de ellas. Esto se debe a que es más fuerte la necesidad de gratificación inmediata que cualquier otra cosa. Esta impulsividad es uno de los temas que angustian más a los adolescentes. Esa sensación de “no ser capaz” de levantar el pie del acelerador puede frustrar mucho.
2. Adicciones. Los adolescentes son mucho más vulnerables a consumir o incluso a hacerse adictos a las drogas que los adultos. La mayor parte de las drogas liberan dopamina que, sumado a la ya gran cantidad de dopamina que libera el cerebro adolescente por sí mismo, suele ser muy estimulante.
3. Hiperracionalidad. Es una forma de pensamiento en el que no se tiene en cuenta el contexto. Esta es la razón por la que los adolescentes se quedan más con los posibles beneficios y pasan por alto los posibles riesgos. No es lo mismo que la impulsividad porque en este caso si hay reflexión. Simplemente es que se centran más en las ventajas o gratificaciones posibles que en las consecuencias negativas.
Con todo lo anterior, podemos decir que las conductas de riesgo, en todas sus variantes, tienen que ver con la dopamina y la búsqueda de sensaciones. Esto junto con la hiperracionalidad e impulsividad, les conducirá a la búsqueda de lo gratificante y estimulante sin calibrar con precisión los riesgos reales.
Tener la necesidad de correr ciertos riesgos o de sentirse atraído por el peligro no es malo. Lo importante es ser capaz de valorar correctamente las consecuencias y canalizar los impulsos. Esto se va consiguiendo a lo largo de la adolescencia, tanto por los cambios cerebrales como por las experiencias vividas.
3. Grupo de iguales
Como hemos comentado, el apego con los padres se diluye y comienzan a estrechar lazos con sus iguales. Es positivo ya que les permite explorar y desarrollar otras relaciones significativas. El problema es que cuando los adolescentes están en compañía de otros adolescentes se cometen más conductas de riesgo, aumenta la impulsividad y la necesidad de gratificación. Este es el principal motivo por el que tu hijo puede llevar a cabo conductas que estando solo no haría. Esto no quiere decir que sus amigos necesariamente sean malas influencias, sino que el sentirse en el grupo y querer pertenecer y mantenerse en el, le puede conducir a tomar decisiones más impulsivas.
No obstante, te animamos a que conozcas a sus amigos, invítalos a casa o incluso fomenta el contacto y amistad a lo largo de la infancia con hijos de amigos comunes.
4. Integración
Ocurre a lo largo de la adolescencia y es un proceso en el que el cerebro establece conexiones entre neuronas y crea circuitos útiles. Esta integración favorece que disminuya la impulsividad considerablemente. Es decir, comienzan a ser más reflexivos y a valorar más las distintas opciones y riesgos. También aparece un tipo de pensamiento diferente, el denominado pensamiento esencial. Es decir, aquel que tiene en cuenta el contexto y la intuición permitiendo que los juicios sean más sensatos y se tomen mejores decisiones.
Te ponemos un ejemplo para que entiendas mejor este punto:
Un adolescente joven puede considerar que es buena idea hacer un trayecto en moto sin casco porque “nunca pasa nada”. Como ves, el adolescente se ha centrado en lo cómodo que es ir en moto y no contempla el riesgo que está corriendo. Este tipo de razonamiento es lo que llamábamos anteriormente hiperracionalismo (no tiene en cuenta ni el contexto ni los riesgos). Sin embargo, pasado algo de tiempo, adolescentes más mayores pueden empezar a contemplar seriamente los riesgos que están corriendo a subir a la moto sin casco (y si tengo un accidente…, y si el camino no es firme…, y si me ve la policía y me pone una multa…) Este razonamiento es gracias al pensamiento esencial (se tiene en cuenta el contexto y se tienen en cuenta tanto los beneficios como riesgos)
Este el pensamiento esencial aparece llegado el momento evolutivo concreto pero también tiene mucho que ver con las experiencias. De ahí que siempre os animemos a que vuestros hijos salgan al mundo y tengan distintas experiencias.
Sin duda, es una buena forma de preparar al cerebro para la edad adulta.
Como puedes ver el cerebro humano durante la adolescencia sufre muchos e importantes cambios. Todos ellos son normales, necesarios y sanos aunque las conductas y emociones que lleven asociadas no nos agraden demasiado. Nuestro papel como padres es entender estos cambios para poder gestionarlos adecuadamente en familia.
¿Qué te ha parecido el artículo? ¿Identificas algunos de estos cambios en tus hijos?
Fuente consultada: “Tormenta cerebral” Daniel J. Siegel
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