CONSEJOS PARA CREAR HÁBITOS DE ESTUDIOS EN TUS HIJOS
El tema académico suele ser una fuente de preocupación para las familias. No es raro que los padres discutan con sus hijos sobre las notas o debido a la escasa implicación en sus estudios. Además, aunque no siempre lo parezca, para los estudiantes el éxito académico tiene una gran relevancia ya que tienden a compararse con otros compañeros e incluso se ha comprobado como su autoestima depende en parte de dichos resultados.
Al contrario de lo que se piensa habitualmente, el éxito académico depende más de los hábitos de estudio, la confianza en uno mismo y la motivación que de la inteligencia. Está más que demostrado que la inteligencia por sí misma, no es garantía de buenos resultados. Hay chicos “brillantes” que aprueban a duras penas y otros que no lo son tanto, que consiguen buenos resultados gracias a un buen método, el esfuerzo y la responsabilidad.
En este artículo os hablaremos sobre algunos hábitos de estudio eficaces. Nuestro consejo es que cuanto antes comencéis a instaurarlos mucho mejor, así evitaréis disgustos y agobios de última hora. Os animamos a que los leáis con detenimiento y a que los adaptéis a las características de vuestros hijos.
1. ¿De qué punto partimos?
Hay que saber cuál es el punto de partida para que desde ahí, se tomen las medidas y acciones apropiadas.
1.1 En primer lugar te animamos a que indagues con tu hijo sobre sus puntos fuertes y débiles a la hora de estudiar. Veamos un ejemplo:
Puntos fuertes: memorizar con facilidad, las matemáticas y la física, hacer presentaciones…
Puntos débiles: no prestar atención en clase, despistado a la hora de anotar los deberes, la filosofía…
Una vez que tu hijo tenga claro cuáles son sus fortalezas y debilidades, podrá ajustar mucho mejor su método de estudio y buscar soluciones eficaces.
1.2 Lo segundo que hay que explorar es la motivación que tiene tu hijo hacia los estudios. Tiene que responder a la pregunta: ¿para qué estudio? No hay respuestas correctas o incorrectas. De hecho las motivaciones pueden cambiar con facilidad a lo largo de la etapa estudiantil. A veces se estudia para aprobar, otras para aprender, para no perder al grupo de amigos, para evitar una bronca… Lo importante es que haya algo que le impulse a esforzarse y estudiar.
Sobre todo a los adolescentes les cuesta encontrar motivaciones. Por eso dedicad vuestro tiempo a indagar y si es necesario, tened más de una conversación sobre el tema.
Tener claros los motivos para estudiar ayuda mucho a perseverar y a reducir la pereza.
2. El estudio comienza en clase
Atender a las explicaciones, coger apuntes, preguntar dudas... Si no aprovechan el tiempo en clase ¿Qué estudiaran cuando lleguen a casa? Tienen que interiorizar que si tienen una actitud activa en clase, tendrán parte del trabajo hecho y optimizaran mucho su tiempo de estudio e incluso, les quedará tiempo libre para otras cosas. A veces no cunde el estudio porque a los estudiantes les faltan apuntes, hay cosas que no entienden o que incluso los más despistados, puede que hayan olvidado que tienen exámenes o que tienen que entregar un trabajo. Es importante que desde que son pequeños, vayan responsabilizándose de sus tareas y tomen una actitud activa en clase. No olvidemos que a medida que los cursos se van complicando, es probable que el tiempo de estudio diario no sea suficiente para llevar al día todas las asignaturas, por lo que sacar el máximo partido a las clases ayudará a no perder el hilo de las explicaciones.
Si quieres involucrarte un poco en esta área hay algunas cosas que puedes hacer:
Preguntar qué han aprendido durante el día y charlar sobre el tema.
Echar un vistazo a los apuntes para comprobar que se van haciendo bien.
Enseñar a manejar una agenda y ayudar a crear el hábito de utilizarla.
Animar a que pidan tutorías para resolver dudas.
Adquirir el hábito de preguntar en clase.
La idea no es que tú hagas el trabajo que corresponde a tu hijo, sino tener una actitud activa y participativa mientras él va siendo cada vez más autónomo. Muchos padres se ponen a hacer los deberes con los hijos para garantizar que los hacen, lo que es contraproducente. Muchos padres se ponen a hacer los deberes con los hijos para garantizar que los hacen, lo que es contraproducente, ya que les están privando de una gran oportunidad para desarrollar fortalezas y estrategias que necesitarán en el futuro. Como decimos, la mejor actitud es supervisar pero sin privarle de protagonismo, autonomía y capacidad de decisión.
3. Lugar de estudios
Debe ser un espacio tranquilo y sin distracciones (televisión, otros hermanos jugando, ruidos, exceso de objetos, móvil…) También hay que cuidar la comodidad y la iluminación para evitar la fatiga. Buscad una mesa lo suficientemente amplia y una silla cómoda pero que permita mantener la espalda recta. En cuanto a la iluminación, lo ideal es combinar la natural con una luz más directa como la de un flexo. Si ya ha oscurecido, una luz general más el flexo y siempre procurando que no se generen sombras sobre los apuntes.
Además, siempre que sea posible, es recomendable estudiar en el mismo lugar ya que esto ayuda a poner el cerebro en “modo estudio”.
Estas recomendaciones suelen pasarse por alto pero tienen una gran relevancia ya que favorecen la concentración y la relajación y por lo tanto, un mayor rendimiento académico. De manera, que siempre que podáis, aseguraos de que el espacio de estudio sea adecuado.
4. Planificación
Una buena planificación nos garantiza optimizar el tiempo de estudio. Para conseguirlo, hay que seguir algunas indicaciones:
Es muy importante establecer un horario de estudio pero tiene que estar adaptado a la circunstancias de cada persona. Por ejemplo se deberán tener en cuenta: otras actividades extraescolares, momentos en los que ya se está muy cansado, horas de mayor concentración, dificultad de las asignaturas…
El horario debe ser realista. Si aún no se tiene el hábito, es mejor empezar poco a poco e ir incrementando el tiempo y la exigencia a medida que se vayan consiguiendo objetivos. También tiene que haber espacio para los imprevistos e ir revisándolo periódicamente para asegurarnos que funciona.
El número de horas de estudio dependerá de muchos factores (capacidades, complejidad de las materias, curso en el que se encuentre…) De forma general, en niños de primaria, el tiempo estudio no debería ser extenso, aunque siempre es importante, tal y como explicamos más abajo, dedicarle un tiempo al repaso y las tareas escolares de cara a adquirir hábitos y gusto por el aprendizaje. Los estudiantes de secundaria suelen necesitar entre 1 o 2 horas de estudio al día y los de bachillerato entre 2 o 3 horas. Los estudiantes universitarios, suelen emplear más tiempo debido a que la exigencia es mucho mayor. No obstante, son cifras aproximadas y no una norma fija.
Es importante organizar las tareas en cada sesión de estudio de forma correcta. Lo ideal es seguir el esquema: fácil-difícil-fácil. Es decir, comenzar con tareas sencillas para las que no se necesita gran concentración (organizar los materiales, repasar el vocabulario, retocar una presentación…), continuar con las asignaturas más complejas o que exigen más esfuerzo (estudio como tal, hacer ejercicios…) y por último, finalizar con asignaturas más sencillas o tareas que no requieren mucha concentración (lecturas, ejercicios rutinarios, repaso…) Si se dejan las actividades más complejas para el final, es probable que no se hagan por pereza o que ya se esté demasiado cansado para poder afrontarlas. El grueso del tiempo de estudio se lo deben llevar estas asignaturas o actividades más complejas.
Cuando se organicen las tareas de cada día, no olvidar dejar algo de espacio para el repaso de temas estudiados, sobre todo cuando los exámenes estén cerca.
Los descansos son importantes pero hay que gestionaros correctamente. El descanso tiene como objetivo reducir la fatiga mental pero si es muy largo o hay demasiados, es probable que la atención y la concentración se reduzcan significativamente. No hay una norma escrita pero el descanso se podría hacer pasados 45 min de estudio y tener una duración de unos 5 minutos. Durante este tiempo recomendamos evitar coger el móvil o hacer llamadas ya que favorecen la desconcentración, es mucho mejor beber algo de agua, preparar los materiales para la siguiente actividad o estirarse un poco.
Queremos detenernos en un punto que nos parece importante. Sobre todo en los cursos inferiores, es posible que no tengan tarea para casa o exámenes próximos. Nuestro consejo es que aunque esto sea así, se mantengan unos mínimos. Por ejemplo: leer un capítulo de un libro que escoja tu hijo, repasar lo aprendido, reforzar alguna materia, dibujar, hacer apuntes… Alguna tarea que permita que el hábito de estudio no se rompa. Hoy en día sabemos que los estudiantes que adquirieron buenos hábitos de estudio en la infancia, son más constantes, responsables y perseverantes en los cursos posteriores e incluso, en sus trabajos.
Como hemos mencionado es recomendable que cada cierto tiempo se vaya revisando la planificación para detectar áreas de mejora. No hay nada más frustrante que sentir que le dedicas mucho al estudio y que no le extraes todo el provecho que cabría esperar. Por eso hay que revisar regularmente el proceso y hacer los ajustes que sean necesarios.
5. Posponer los deberes (Procrastinación)
Hablamos de procrastinación a la hora de estudiar cuando el estudiante pospone sus tareas y en su lugar, realiza otras más gratificantes y menos estresantes. La procrastinación es una de las principales dificultades que se encuentran los jóvenes y una de las principales causas de fracaso escolar. Muchos alumnos tienen la intención de estudiar pero lo van dejando y dejando hasta que el tiempo se les echa encima.
A grandes rasgos, para gestionar la procrastinación es importante:
Saber por qué se hace y después, buscar soluciones. Sabemos que una de las razones más frecuentes es el miedo al fracaso, la ansiedad o el sentirse abrumado. No sirve insistir una y otra vez en que tu hijo se ponga a estudiar ya que lo único que generareis es tensión. Hay que indagar en los motivos por los que tu hijo no estudia y cuando estén claros, tomar acciones. Por ejemplo: “Pospongo estudiar matemáticas porque no me entero de nada” En este caso, una solución puede ser buscar a alguien que explique la materia para ponerse al día.
Establecer unos objetivos razonables y planificarlos adecuadamente como hemos visto anteriormente.
Analizar los progresos. Si el plan no está funcionando, habrá que hacer cambios y volver a probar.
Recompensarse por el trabajo cumplido. Por ejemplo: ver un capítulo de una serie, salir a dar una vuelta con los amigos o jugar al juego favorito. Todo ello en función de la edad. Pero con el concepto claro de que los privilegios se ganan, cumpliendo cada uno con su responsabilidad.
6. Tener una actitud constructiva es importante
Como hemos indicado al inicio del artículo, los resultados académicos tienen un gran impacto en el autoconcepto y en la autoestima del estudiante. Por este motivo, cuando los resultados no son los esperados o son malos, pueden aparecer discursos derrotistas como: “no valgo para nada”, “soy tonto” o “no voy a llegar a nada en la vida”. También tenemos que cuidar la forma de comunicar nuestra preocupación o decepción, porque los padres también podemos llegar a ser demasiado negativos: “eres un vago”, “lo que tienes que hacer es estudiar más y dejar de quejarte” o “como sigas así no vas a llegar a nada”. Te proponemos cambiar estos diálogos por otros más constructivos y ayudar a tu hijo a que también lo haga: “veamos en que has fallado y cómo puedes solucionarlo”, “no eran los resultados que esperaba pero seguro que mejoras poco a poco”, “puedo mejorar si me organizo mejor”, “no pasa nada por pedir ayuda”…
Otro aspecto muy importante es reconocer los logros y el trabajo realizado: “me he esforzado mucho y cada día mejoro un poco más”, “lo estás haciendo genial”, “estoy muy contento por ti”…
Tus hijos tienen que enfrentarse al estudio con la convicción de que pueden hacerlo y de que su esfuerzo dará sus frutos. Si cree que puede, se esforzará más y por el contrario, si piensa que la asignatura es muy difícil o que no tiene capacidad suficiente, ni lo intentará.
A modo de resumen os dejamos a continuación algunos de los beneficios que las actividades extraescolares pueden suponer para niños y adolescentes así como posibles inconvenientes que pueden conllevar y cómo hacerles frente.
7. Hábitos saludables de vida
Está comprobado que hacer ejercicio físico regularmente, comer de forma sana y dormir lo suficiente mejoran el rendimiento cognitivo.
Hoy en día hay muchos jóvenes con vidas muy poco activas, que comen cualquier cosa y que trasnochan con frecuencia. La vida frenética de las familias y las pantallas son en parte responsables de estos nuevos hábitos que le van ganando terreno a otros mucho más saludables. A lo largo de toda la vida hay que cuidar estos hábitos pero durante la infancia y la adolescencia, que son etapas importantísimas en el desarrollo humano, hay que prestarles mayor atención si cabe. Buscad actividades que supongan movimiento al gusto de cada uno, diseñad entre todos un menú equilibrado y aseguraos de que en casa se le da al descanso la importancia que realmente tiene.
8. El esfuerzo y la responsabilidad son importante
Estos valores facilitan el compromiso con el estudio. Se sabe que los estudiantes que son responsables con sus obligaciones y tienen capacidad de esfuerzo, son más exitosos académicamente. Si quieres conocer formas de trabajar estos valores, te animamos a que visites en nuestra web la sección de esfuerzo y de responsabilidad.
Esperamos que estas pautas sean útiles para tu familia. No dudes en compartirlas con tus hijos ya que son ellos los que tienen que aplicarlas. Como siempre decimos, nuestro trabajo como padres no es resolverles sus problemas sino guiarles para que sean ellos los que vayan superando los escollos.
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