Algunas recomendaciones generales para educar en la resiliencia a niños de todas las edades.
No evites que tus hijos se equivoquen, ¡enséñales a superar los pequeños problemas! Si alguna vez te ha preocupado que tus hijos cometan errores, desde la Fundación Educamos en Familia te ofrecemos algunas recomendaciones...
La idea principal es que los padres podemos ayudar a nuestros hijos de cualquier edad a ser capaces de enfrentarse a dificultades y salir fortalecidos por ellas.
Tampoco consiste en exponerles intencionadamente a situaciones peligrosas, sino aprovechar las situaciones complicadas que aparezcan en su vida de forma natural, teniendo en cuenta éstas como una oportunidad de crecimiento y de confianza en sí mismos.
Te presentamos a continuación algunas recomendaciones generales, aplicables por lo consiguiente a hijos de cualquier edad.
Prueba a facilitar un contexto seguro para tu hijo, intentando fomentar un sentimiento de confianza en su entorno más cercano. Dale la confianza que necesita para explorar su entorno. Por ejemplo, de niño permite que se tire por los toboganes del parque, que trepe, que se caiga intentando montar en bicicleta… que vaya de adolescente a un parque de atracciones, a pasar una noche fuera de casa o que participe con sus aportaciones en las celebraciones familiares. Procura que tenga libertad para hacerlo. Al mismo tiempo hazle sentir la seguridad de que si tiene algún problema puede volver a sus padres para pedir ayuda.
Cuando realice actividades él solo, procurad valorar su capacidad para hacer las cosas solo. Al mismo tiempo, haz que se sienta seguro para hacerlo, que se crea capaz de conseguirlo. Valora sus avances personales y permite que sea autónomo, en función de lo que necesite en cada momento.
Favorece que tu hijo se pueda exponer de vez en cuando a diferentes sensaciones incomodas. Puede resultarte difícil, pero entiende que no pasa nada porque se siente inseguro, (cuando está aprendiendo a montar en patines, por ejemplo) intranquilo (cuando se enfrenta a un nuevo curso o tiene que hacer nuevos amigos) o ligeramente frustrado durante unos minutos (cuando algo no le ha salido tan bien como le gustaría). Estas emociones son la mayoría de las veces necesarias e inevitables. Enfrentarse a ellas puede ser un resorte para su motivación y le ayudará de forma progresiva a regular su frustración. Además, es una estrategia muy útil para fomentar su resiliencia.
Procura no satisfacer todas sus demandas, salvo que sean necesarias, ni hacerlo inmediatamente. Tanto si estás a su lado como si está a cargo de otros cuidadores es importante que aprenda a esperar y a resolver por sus medios aquello que pueda. (Por ejemplo, si estáis en casa y llora o te llama gritando porque quiere que respondas de inmediato a sus necesidades, haz que espere unos minuto).sEs bueno llegar a algún acuerdo con el niño y que aprenda el valor de la espera, (en la vida hay muchas ocasiones en las que esperar). Indícale cómo hacerlo. A lo mejor puedes pactar con él que las próximas veces que se sienta impaciente espere un poco o que intente resolver las situaciones sencillas por sus propios medios.
Aplaza la ayuda, aunque sea por un rato y observa hasta qué punto es capaz de gestionar la situación él solo, (por ejemplo, en tareas domésticas o escolares, en los deportes o cuando intenta hacer algo nuevo). Pasado un rato, intenta darle únicamente la ayuda que necesite.
Ayúdale únicamente lo necesario. Ya desde pequeño, procura aportar la mínima ayuda que tu hijo necesite para hacer las cosas por sí mismo. Es sabido que nuestros hijos cuanto más pequeños más dependen de los adultos para realizar actividades cotidianas como, por ejemplo, vestirse solo, hablar con un amigo con el que ha discutido, hacer amigos en el lugar de vacaciones o, con hijos mayores, preparar la cena para la familia… La cantidad y la calidad de ayuda que nosotros le facilitemos determinará en gran medida lo que él mismo ponga en marcha para poder conseguirlo.
Establece unas normas y límites claros en la familia respecto a lo que puede y no puede hacer, regulándolas en función de su edad. A veces cuando tu hijo se equivoca o actúa de forma inadecuada tiene ante él una oportunidad para aprender de sus errores.
Trabaja los valores en familia. Existen muchos valores y cualidades personales que pueden influir en el desarrollo de la resiliencia. Según las investigaciones, algunos de ellos suponen una buena armadura protectora que nos ayuda a ser resilientes. Te animamos a que analices en qué aspectos puede mejorar tu hijo y que trabajes con él ese valor de manera más concreta. Si los entrenas, también estarás fomentando resiliencia. Recuerda que puedes consultar nuestras propuestas para el desarrollo de otros valores. ¡Encontrarás muchos de ellos!
Pon de moda la felicitación, el reconocimiento, el elogio. Recalca sus logros y progresos. La felicitación y los cumplidos son dos herramientas muy poderosas para que los niños y adolescentes sean capaces de consolidar pequeños aprendizajes del día a día, ya que les dan muchas pistas sobre cuál es el camino que tienen que seguir para conseguir lo que se proponen. Y recuerda, que además de los resultados de éxito, en muchas ocasiones deberíamos felicitarle por su esfuerzo y compromiso. No te olvides de alabar a tu hijo por su capacidad de autocontrol, por su esfuerzo, por su dedicación a la hora de hacer alguna tarea de aprendizaje o alguna actividad lúdica. Ambas felicitaciones son compatibles.
Regula las consecuencias que tiene su comportamiento ayudándole a afrontarlas. A veces es necesario que afrontemos los efectos de nuestro comportamiento o de nuestra mala actitud. Al corregir a tu hijo, intenta mantener un modelo de crianza respetuosa. Podemos ser rigurosos como padres sin humillarles ni dañarles. Hazle ver sus errores y felicita por sus logros. Pero en situaciones en las que se haya equivocado, permite que aparezca alguna consecuencia natural de su comportamiento. Por ejemplo, si tu hijo ha olvidado hacer las tareas escolares deja que asuma tener que darle explicaciones a su maestro y explícale cómo hacerlo. Si un amigo no le quiere invitar a una celebración, reflexiona con él sobre los posibles motivos y los comportamiento que debería corregir. Afrontará así su responsabilidad.
Ayúdale a sentir y regular sus emociones. Sabemos que el carácter de un niño tiene muchas cosas de hereditario, pero en parte también es aprendido. Lo más importante es que podemos contribuir a moldearlo de forma progresiva. ¿Sabías que la mayoría de nuestros comportamientos y creencias son fruto de nuestros aprendizajes? En las primeras edades del desarrollo los niños tendrán más dificultades para ser capaces de controlar sus emociones e incluso su genio. (¡Su cerebro aún está en construcción!), pero con nuestra ayuda lograrán ir equilibrando sus emociones. Más información aquí
¿Cómo hacerlo? Ayuda a tu hijo a ponerle nombre a lo que siente, a que sea capaz de reconocer sus sentimientos y los de los otros. Moldea su manera de expresarlos, desde el ejemplo y aportándole modelos para ello. “Parece que estás enfadado después de lo ocurrido. Entiendo que puedas sentirte así. Yo en tu situación probablemente estaría igual de enfadado. Explícame cómo te sientes…” “¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor?”
Serán muchas las ocasiones en las que tu hijo se deba enfrentar a situaciones difíciles, en las que pueda experimentar estrés o sensación de riesgo. Puede ser que tu hijo practique algún deporte que te pueda resultar peligroso, incluso que puedas sentir miedo cuando juega en el parque, cuando visitáis el parque de atracciones, en una excursión por la montaña, o cuando tiene que hacer un examen que supone un reto… En estos casos vuestra actitud como padres puede resultar fundamental. Aunque a veces es difícil mantener la calma y no sentir miedo nosotros mismos, deberíamos ser conscientes de la relevancia que tienen estas pequeñas situaciones para su crecimiento personal, (y también para su autoestima). Intenta usar un lenguaje de calidad para animarle a enfrentarse a momentos difíciles para él. Habla con él y hazle saber que crees en sus posibilidades, que le animas y que estás ahí para ayudarle.
Mario tiene que realizarse su primer análisis de sangre y se siente muy asustado.
Sus padres le dicen: - “Vamos a imaginar juntos cómo es el centro médico y qué es lo que te vas a encontrar. Es posible que el pinchazo te vaya a doler, pero será una sensación muy fácil de controlar y que durará poco tiempo. Ya verás como en pocos minutos serás capaz de afrontarlo con mucha valentía. Podemos practicar algunos trucos para que respires tranquilo, te distraigas… Estaremos a tu lado para ayudarte”.
Busca para tu hijo situaciones que puedan suponer una oportunidad para crecer. Pueden ser situaciones nuevas, (por ejemplo, el primer día de colegio, la primera vez que pasará la noche fuera de casa, su primer examen en la Universidad…), momentos incomodos o desagradables, (una prueba médica, la visita a un familiar enfermo…) e incluso ante situaciones adversas pero inevitables. En todas ellas es posible preparar a los niños y adolescentes de cualquier edad para que sean capaces de enfrentarse a ellas de la mejor manera posible. Algunas familias preparan a sus hijos conversando con ellos, a través de juegos o libros, dándoles información sobre lo que van a encontrar, incluso ensayan con ellos la manera de comportarse. Veamos un ejemplo.
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