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10 Claves para la educación en valores


Como ya vimos en el artículo "Los valores: verdaderas piedras preciosas para tus hijos", tener unos valores morales y comportarnos de acuerdo a ellos se relaciona estrechamente con nuestra felicidad personal y de las personas que nos rodean, como lo son nuestros hijos. A continuación os dejamos algunas claves para educar en valores.

 

¿Cuándo empezamos? La educación en valores comienza desde el día uno. ¿Cómo? Te ofrecemos a continuación 10 consejos básicos que te ayudarán. Se trata de recomendaciones que van acompañadas de actividades prácticas que te invitarán a la reflexión. Si quieres saber más sobre cómo trabajar algún valor concreto, consulta nuestro listado de guías. En ellas encontrarás recursos prácticos para todas las edades.

1. Antes de nada, identifica aquellos valores que deseas inculcar en tu familia

Esto te ayudará a educar con objetivos y le dará un sentido a tu paternidad. Tener una visión clara de los valores que queremos inculcar a nuestros hijos (y desarrollar también nosotros como padres) es importante para poder establecer metas. Los valores nos sirven de guía y nos ayudan a distinguir si nos acercamos o alejamos de ellos. A veces tener claros nuestros valores no es sencillo. Algunos de ellos podemos defenderlos con absoluta seguridad, pero en otras ocasiones tenemos dudas y es normal que pasemos por alto algún principio importante.

¿Y en la práctica? ¿Te has planteado por dónde empezar? Te sugerimos que realices la siguiente actividad de pareja.

Ejercicio: los valores de mi familia

Siéntate con tu cónyuge y haz una lluvia de ideas sobre los valores más importantes que quieres inculcar a tus hijos, las tradiciones y creencias que más te importan y las reglas familiares que consideras básicas. Es importante que desde el respeto y el cariño resolváis los posibles puntos de vista distintos que encontréis.

Haz una lista final con lo que hayáis elegido en conjunto.

Ahora, escribe el tipo de conductas que necesitáis tener para reflejar congruencia con los ítems de la lista. ¡Es momento de apoyaros mutuamente! Es importante no juzgar al otro o criticarle de manera negativa. Para crecer y mejorar es necesario hacerlo desde la humildad y la intención de ayudarnos mutuamente. Finalmente, haz una lista general de los valores que quieres que guíen e identifiquen a tu familia. Escríbelos en orden de importancia y de manera positiva. Mantén esta lista en un sitio visible o revísala de vez en cuando. También es importante que la compartas con tus hijos y que en familia discutáis sobre la importancia de estos valores y sobre cómo ponerlos en marcha. Si tus hijos son mayores, invítales a participar. Podéis buscar momentos especiales o destinados a ello: cenas en familia, “asambleas familiares” u otros momentos en los que estéis todos juntos.

2. Aplica tus valores más relevantes en la vida diaria mediante metas y acciones valiosas concretas

Recuerda: lo que no se utiliza se pierde. De igual manera un valor se queda en teoría hasta que se comienza a practicar. Retoma tu lista de valores y pregúntate con sinceridad si están reflejados en la vida de vuestra familia:

¿Somos honestos con otras personas? ¿Faltamos al trabajo o a clase a la menor oportunidad? ¿Cumplimos con nuestros compromisos? ¿Procuramos comportarnos con rectitud y corrección, aunque nos suponga un esfuerzo?¿Criticamos a otras personas delante de los hijos o permitimos que ellos lo hagan? ¿Preferimos el gasto comedido e incluso austero antes que el derroche? ¿Actuamos con generosidad? ¿Somos humildes?

3. Asegúrate de ser coherente, ¿qué tipo de modelo eres?

Recuerda: que tu ejemplo servirá de modelo para tus hijos. Asegúrate deque tu modo de comportarte sea correcto y acorde con los valores que les transmites: ¿Tratas a tus hijos con empatía y compasión? ¿tratas a tu pareja con amor? ¿muestras respeto por otros adultos?

Sé cuidadoso en tu comportamiento. Nuestros hijos nos imitan. Esto, que en muchas ocasiones resulta tan gratificante, puede ser también una contrariedad cuando de manera descuidada nos descubren “traicionando”los valores que pretendemos inculcarles. Así que ten cuidado de presumir ante ellos, por ejemplo, de haber superado los límites de velocidad con el coche o haber obtenido en un comercio un producto a menor precio por equivocación de la dependienta. ¡Se enteran de todo!

A medida que crecen tus hijos, su forma de ver el mundo se verá influida por otros: (los amigos, los medios de comunicación, las redes sociales, la comunidad en la que se desarrollan…), pero la influencia de la familia es la más relevante y la que más persiste en el tiempo. Todos estamos influidos por lo que aprendimos de niños, debido al gran vínculo afectivo que suponen las relaciones familiares. Este hecho, estudiado por los psicólogos desde hace tiempo, supone en los padres cierta responsabilidad y en ocasiones preocupación por educar correctamente a los hijos. Al mismo tiempo supone también una oportunidad maravillosa.

Cuando educamos, lo hacemos más con nuestros comportamientos que con lo que decimos. ¿Sabías que más de la mitad de las cosas que sabemos hacer las aprendemos observando a otros? Si un niño ve a sus padres ayudar a los demás, socorrer a alguien que lo necesita, ser honestos cuando les devuelven más dinero del que te corresponde en un comercio… aprenderá valores diferentes a los que puede aprender si ve a sus padres poniendo excusas a su jefe para no ir al trabajo o mintiendo a un familiar para eludir un compromiso. Esto sucede con todos los comportamientos. Si nos ven perdonar, aprenderán a perdonar ellos mismos. Si les tratamos con respeto, aprenderán a respetar. ¿Y cómo vamos a enseñar a perdonar si no es disculpándonos con nuestros hijos? De este modo se sentirán respetados ala vez que van interiorizando la importancia de respetar a los demás.

Veamos un ejemplo…

Mónica había tenido un día horrible y estresante, cuando su hija Ana le dijo que había suspendido una prueba de matemáticas explotó y le gritó “¡Parece que note importa el esfuerzo que hacemos tu padre y yo para que vayas al colegio! Ve a tu habitación y no salgas hasta que te des cuenta de lo mal que has hecho”.

Mónica se siente mal al darse cuenta de que su reacción ha sido desproporcionada. Sube a la habitación de su hija y le dice: “Cariño, siento mucho haberte gritado de ese modo. He tenido un mal día, pero eso no es excusa para hablarte así. ¿Quieres contarme qué sucedió con la prueba de matemáticas?”

Días después, Ana está jugando con su hermano un juego de mesa y al perder se enfada y lanza el tablero. Después de unos minutos vuelve y pide disculpas a su hermano por haber reaccionado de manera desproporcionada.

¿Qué podemos aprender de esta pequeña historia? Dado que nuestra forma de comportarnos puede influir poderosamente en la manera en que nuestros hijos se comportan, debemos:

Intentar ser congruentes con nuestros valores personales.

Aprovechar esta situación de aprendizaje para inculcar dichos valores a nuestros hijos.

4. Plantea objetivos realistas y ajustados para ti y tu familia

Perseguir siempre la mejora de tu comportamiento y de tus actitudes es un objetivo noble. Pero algunas personas perfeccionistas pueden llegar asentirse muy frustradas si no logran alcanzar sus objetivos con extrema corrección. No seas perfeccionista. Sé considerado contigo mismo, no te exijas demasiado. Cuando intentamos educar en valores a los hijos, e incluso cuando nos proponemos actuar nosotros mismos conforme a nuestros valores, debemos tener en cuenta que no siempre vamos a resultar modelos ejemplares. Esto se debe a nuestra naturaleza humana. Ten en cuenta que equivocarse en muchas ocasiones supone una oportunidad para conocernos mejor y subsanar los errores. Lo importante es reconocerlo y aprender de ello.

¿Qué ocurre si en alguna ocasión te cuesta actuar con corrección o tu actitud no es del todo correcta? Sé considerado y comprensivo, también contigo mismo. Modera tu perfeccionismo. Date permiso para el error y su rectificación. No podemos esperar ser perfectos. Es importante practicar la autocompasión y entender los errores como oportunidades de crecimiento personal. De hecho, los hijos también aprenden cuando ven que sus padres están en proceso de aprendizaje. Unos padres que cometen errores, tratan de repararlos y aprender de ellos, pueden animarles a mejorar ellos también. Unos padres que se esfuerzan y consiguen sus objetivos son mejores modelos que unos padres perfectos.

Podemos plantearnos objetivos concretos, alcanzables a corto plazo.Esto nos ayudará a ir adquiriendo una rutina que nos lleva a incorporar nuestros valores como hábitos. Por ejemplo, si nos proponemos ser bondadosos con el prójimo, podemos empezar por plantearnos un objetivo o una buena acción diaria, de modo que cada vez más nos acerquemos a la actitud hacia la vida que deseamos para nosotros mismos.

Podemos proponernos retos a la vez que nuestros hijos, y cada día comprobar quién ha logrado avanzar un poquito. A un padre admirable,que se propuso mejorar el control de su enfado, se le ocurrió pegar en la nevera un calendario en el que sus hijos podrían puntuar cada día su esfuerzo en esta línea.

Otra idea puede ser que, como padres, nos propongamos mejorar en la actitud y corrección de nuestras acciones, por ejemplo, en el entorno de trabajo. Y a la vez se lo enseñemos a nuestros hijos. Esto supone un gran ejemplo para ellos y una buena motivación para nosotros.

5. Favorece el desarrollo de la empatía

¿Qué es la empatía? Es la capacidad para ponerse en el lugar de los demás. La empatía es la base de la compasión que, a su vez, es la base de los valores. Para entenderla, necesitamos haberla experimentado. Por eso debemos comenzar por ser empáticos con ellos. Acostúmbrate a hacerles preguntas para conocer más sobre su punto de vista y sus emociones, intentando siempre escucharles y validar lo que sienten o piensan (que es distinto de estar de acuerdo o de no poner límites).

Mónica pregunta a su hijo Juan por qué ha hablado mal a su hermana. Juan le explica que Ana es una pesada, que le ha estado molestando toda la tarde y él está cansado de tolerarla (en un tono muy enfadado). ¿Qué le dice Mónica?

“Cariño, veo que estás muy enfadado ¿verdad? Por lo que me dices, veo que ante la actitud de tu hermana tú te has sentido cansado y finalmente explotaste, ¿es así? Puedo comprender que te sientas así. Ahora, ¿cuál crees que es la mejor manera de resolver este problema? ¿se te ocurre una solución distinta?”

Dependiendo de la gravedad, Mónica tendrá que establecer una consecuencia tanto para Ana como para Juan, pero al haber empatizado con ellos y reflejado sus emociones les está ayudando a desarrollar inteligencia emocional y empatía hacia los demás.

6. Cuando un acto refleje un valor, ¡nómbralo y refuérzalo!

Cada vez que tus hijos tengan un gesto o un comportamiento que refleje un valor menciónalo, haciendo también hincapié en sus consecuencias positivas:

“Juan, qué generoso has sido con tu primo al darle la mitad de tu chocolatina. ¿Cómo te sientes ahora? ¿y tu primo? Juan: “Los dos estamos contentos y yo me siento orgulloso”. “Ana, he notado que te has esforzado mucho para mejorar” “¿Qué te parece si lo celebramos invitando mañana a una amiga a casa?” “Muchas gracias, Pedro, por reconocer que has roto el marco de esta foto sin querer. Ha sido muy honesto por tu parte.”

Este mismo trabajo de reconocimiento de los valores personales se puede utilizar cuando observamos el comportamiento de otras personas. Cada vez que estéis expuestos a un ejemplo menciónalo: “Chicos, ¿habéis visto cómo ese chico ha sido muy solidario parándose a ayudar a esa señora a cargar las bolsas de la compra? ¿qué pensáis? ¿cómo creéis que se siente la señora ahora? ¿y el chico?”

Cuando refuerces un valor en tus hijos y hables con ellos, evita los sermones. Sé cuidadoso de no acompañar buenas frases como “has sido muy honesto con tus compañeros” o “me siento muy orgulloso de lo que has hecho” con otras “menos buenas” que digan: “¿ves como cuando quieres sabes hacerlo?”. Esto último no invita a esforzarse ni a cambiar.

Es importante hablar sobre los valores a la hora de enseñarlos, pero más importante es ayudar a tus hijos a alcanzar sus propias conclusiones. En lugar de dar a un niño de 8 años una cátedra sobre la honestidad, utiliza preguntas y ejemplos prácticos de su día a día:

Papá: Juan ¿tú por qué crees que es importante la honestidad?

Juan: Porque si descubren que has mentido te puedes meter en problemas y hacer que los otros dejen de confiar en ti.

Papá: Claro, ¿recuerdas la peli que vimos el otro día? ¿recuerdas cómo el personaje al mentir causó un gran problema? Además, una mentira le llevó luego a tener que decir más mentiras….

Juan: Sí. Hasta que al final se descubrió todo.

Papá: ¿Se te ocurre algún otro motivo por el que sea importante la honestidad?

Juan: A lo mejor también es importante porque cuando mentimos nos sentimos mal con nosotros mismos, incluso aunque la otra persona nunca descubra nuestra mentira.

Papá: Tienes razón. En cambio, cuando actuamos según nuestros valores, luego nos sentimos orgullosos.

Ayuda a tus hijos a reflexionar también sobre el daño que podemos ocasionar a otros y a nosotros mismos con comportamientos o actitudes inadecuadas. Esto contribuirá a que clarifiquen aquello que hacen que está bien de lo que está mal.

7. Todo escenario es oportunidad para comenzar un diálogo, reflexión o debate

Ya sea porque surgió o porque lo buscaste directamente, cualquier situación se puede convertir en una oportunidad para enseñar y comenzar una discusión sobre los valores. ¿Tienes miedo a lo que tus hijos puedan ver en la televisión/ escuchar en la escuela / leer en las redes sociales? Utilízalo para generar un momento de reflexión.

Existen muchas películas, libros y vídeos que ya hablan de valores. Verlas en familia y promover una discusión es un modo excelente para ejemplificar lo que es un valor y cómo practicarlo. Siempre acompañados de una breve reflexión con tus hijos, son un gran recurso (Puedes consultar muchas ideasen nuestras guías específicas).

Cuando observamos conductas contrarias a nuestros valores, podemos también convertirlo en oportunidad de reflexión y aprendizaje:

Mónica está viendo un programa de televisión con Ana y durante los anuncios,hay uno que transmite lo contrario al respeto por uno mismo, en el que una chica se comporta de manera sugerente para conseguir algo. Mónica tiene dos opciones:

Uno: Se escandaliza y le dice a su hija que lo que acaba de ver es horrible y nunca debe de hacerlo.

Dos: Lo utiliza como oportunidad de aprendizaje. Ana ¿qué opinas de este anuncio? ¿qué consecuencias puede tener para esta chica comportarse así? ¿le ayudará en sus relaciones con los demás y consigo misma? ¿crees que refleja algún valor? ¿tu cómo crees que una persona con otros valores hubiese actuado?

También puedes hablar con ellos sobre la influencia de los valores tanto en tus decisiones como las suyas. Por ejemplo, cuando hay elecciones podemos mencionar los valores que nos han hecho inclinarnos por un partido. O cuando nos ofrecen un ascenso a cambio de trabajar durante más horas el fin de semana, podemos verbalizar los principios que nos han llevado a declinar ese ofrecimiento para poder disfrutar de la familia.También se pueden abrir temas como el uso del dinero “¿creéis que es bueno gastar todo el dinero en uno mismo? ¿en qué otras cosas podrías invertir tu dinero? ¿cómo puedes compartirlo?”

También podemos compartir con ellos nuestra experiencia personal y aprovechar nuestros dilemas de la vida diría (siempre y cuando sean adecuados a su edad).

"Cariño, hoy me he encontrado una cartera con 50€. ¿Qué crees que hice? ¿quéhubieras hecho? ¿por qué?”

8. Fomenta el pensamiento crítico o el desarrollo de su propio criterio

La mayoría de los niños empiezan a imitar a sus iguales desde muy pequeños. Ya que todavía no tienen criterio para distinguir lo que está bien de lo que está mal, dejarse llevar por lo que hacen sus amigos puede ser fuente de problemas. Observa a tus hijos interactuar con otros niños. Habla con ellos de forma abierta sobre las consecuencias de cada una de sus conductas. Anímales a cuestionar y a preguntarse los motivos para actuar de determinada manera.

Mamá: ¿Por qué has llamado a Laura “gafotas”?

Ana: Porque todos lo hacen.

Mamá: Y a Laura, ¿le gusta que le llamen “gafotas”?

Ana: No.

Mamá: ¿Cómo crees que se siente? ¿A ti te gustará que te lo hicieran?

Ana: Se debe sentir muy triste. A mí no me gustaría. Ahora me siento mal.

Mamá: No te preocupes, vamos a intentar arreglarlo juntas. ¿Cómo puedes solucionarlo mañana?

9. No permitas que tomen la salida fácil: compromiso y responsabilidad

Si tus hijos deciden abandonar las clases de piano, faltar al entrenamiento de fútbol o evitan presentarse a un examen que les da miedo, no les permitas hacerlo. No estarán aprendiendo la importancia de la constancia,del esfuerzo, la responsabilidad, etc. Habla con ellos, recoge cuáles son sus motivos, analizad juntos los pros y los contras. No les permitas el abandono por razones no válidas, (esfuerzo, aburrimiento, problemas solucionables con sus compañeros…). Permíteles, sin embargo, dejar la actividad tras un tiempo prudencial o si hubiera alguna justificación de peso que lo hiciera razonable. Lo mismo sucede cuando se trata de asumir la responsabilidad de sus actos. Es importante que aprendan que todo tiene consecuencias.

Juan ha roto la ventana de los vecinos con un balón de fútbol. Aunque ha sido un accidente, sus padres le animan a pedir perdón y a ofrecer pagar los daños.Llegan a un acuerdo con él en el que dará una parte de su paga para cubrir una parte de los gastos.

Aunque haya sido un accidente, los padres de Juan toman esta oportunidad para que él aprenda el valor de la responsabilidad.

10. Involucra a la familia en actividades comunitarias o altruistas

Que tus hijos te vean formar parte de alguna asociación que tenga objetivos altruistas les ayudará a desarrollar el sentido de pertenencia a la sociedad y el compromiso. Si te apuntas para dar clases de catequismo en la iglesia o eres miembro del AMPA del cole de tus hijos, si donáis ropa o juguetes, visitáis una residencia de ancianos o si comenzáis una hucha familiar para donar a alguna causa; entonces tus hijos estarán desarrollando valores como el altruismo, la generosidad, la compasión, etc.

Otra idea que puede resultar muy útil es la participación de los hijos (e incluso de vosotros mismos) en instituciones o asociaciones que puedan apoyar vuestra labor como padres, que compartan vuestros valores y os ayuden a afianzarlos. Existen instituciones de confianza con fines educativos, como por ejemplo los grupos Scout.

No importa a qué te dediques profesionalmente, cuáles son tus aficiones ni el grado de educación que tengas. Lo que le importa a tu hijo es verte hacerlo que haces con congruencia, verte esforzarte, caerte y levantarte. No tenemos que aparentar que todo es perfecto, el mundo no lo es. Lo que podemos hacer es transmitirles que el esfuerzo constante para actuar en función de nuestros valores puede marcar la diferencia entre conseguir una vida plena o no.

 

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2. 10 claves para una educación en valores (estás aquí)


 

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