Peleas entre hermanos. Cómo gestionarlas y prevenirlas.
La mayoría de los padres consideran que las discusiones entre hermanos son una de las principales causas de malestar familiar, y no es para menos. Que nuestros hijos peleen constantemente entre sí puede causarnos muchas emociones desagradables como frustración, tristeza, enfado y estrés.
Antes de alarmarnos demasiado es importante que recordemos que toda relación tiene conflictos y es normal e inevitable estar en desacuerdo de vez en cuando. La relación entre nuestros hijos no es la excepción. Si aceptamos el conflicto con naturalidad, y evitamos una interpretación magnificada y catastrófica del mismo, podremos afrontarlo desde la calma, con menos frustración y menos rechazo.
Una vez que hemos aceptado que las peleas entre hermanos son naturales, debemos centrarnos en ayudarles a resolverlas. Además, recordemos que todos los niños necesitan ayuda para adquirir habilidades sociales por lo que podemos utilizar estos conflictos como oportunidades de enseñanza y aprendizaje.
Según Judy Arnall, autora de Disciplina con paciencia, los conflictos entre hermanos suelen ser por aburrimiento, competencia por la atención de los padres, problemas personales y resentimiento acumulado. Esta autora sugiere que primero identifiquemos el origen del conflicto ,escuchando respetuosamente la versión de cada uno de ellos sobre el conflicto para poder ofrecer una solución que tenga en cuenta las emociones de los involucrados, identificándolas y nombrándolas para que aprendan a reconocerlas. Si los escuchamos y reconocemos sus emociones, ambos se sentirán aceptados y valorados, por lo que la necesidad de competir se reducirá.
A continuación enumeramos algunos pasos a seguir cuando intervenimos en los conflictos de nuestros hijos:
Mantener la calma. Si nos ven serenos, aprenderán a reaccionar del mismo modo.
No ponerse del lado de una de las partes o decidir quién ha iniciado la pelea.
Evitar juzgar. Esto incrementaría el malestar y fomentaría la rivalidad.
Recordar las normas de convivencia en la casa (previamente establecidas) y decirles que si no pueden seguirlas tendrán que estar separados por un tiempo.
Enseñarles habilidades de negociación que les ayuden a resolver futuros conflictos por su cuenta. Por ejemplo, enseñarlos a escucharse mutuamente y a llegar a acuerdos que beneficien a todos. Un buen modo de hacerlo puede ser haciendo de moderador durante la discusión para que se hagan respetar turnos de palabra y se escuchen. De este modo cada uno podrá exponer sus soluciones e ideas para llegar a un acuerdo consensuado.
Sí alguno está muy enfadado como para resolver el conflicto en el momento, separarlos es lo mejor. Se le indica a quien está muy alterado que lo mejor es que tome unos minutos para calmarse y regresar cuando se sienta mejor. Para controlar mejor las emociones podéis utilizar señales que indiquen cuando alguno va perdiendo el control. Por ejemplo: saca una “tarjeta amarilla” cuando interrumpa y una “tarjeta roja” si insulta o cuando la emoción sea tan intensa que no se pueda seguir hablando. Cuando todos están calmados, podéis resolver juntos el conflicto. Es muy importante darles información constructiva y positiva sobre su desempeño y terminar con una dinámica en la que puedan pedirse perdón y se mencione lo que han aprendido de lo ocurrido.
Sí alguien está herido físicamente (que tenga algún rasguño, moratón…), atender sus heridas con empatía, es decir, haciéndole saber que entendemos que seguramente está enfadado y que es normal que le enfade o le dé pena que su hermano le haya hecho daño. Ignorar al agresor en el momento ya que nuestro propio enfado puede hacer el conflicto más grande. Después, es importante charlar con el que haya golpeado y explicarle que así no se resuelven los conflictos. Finalmente, debemos asegurarnos de que exista una conciliación y promover en ambos el perdón, tanto saber pedirlo como aceptarlo.
Pero si queremos ir aún más allá y no solamente prevenir los conflictos entre nuestros hijos sino contribuir a su crecimiento espiritual de un modo más trascendental, entonces te recomendamos que pruebes en casa el siguiente experimento.
Brett Jhonson, autor de CloseKids (Niños cercanos) propone que todos los conflictos de rivalidad entre hermanos están fundamentados en el egoísmo. La envidia, la avaricia, la necesidad de atención y la incapacidad de entender al otro se basan en el egoísmo. Y esto no es debido a que nuestros hijos sean malas personas, sino a que los niños tienen una visión moral egocentrista y no comprenden por qué tendrían que renunciar a lo que les apetece hacer o tener en cierto momento.
Pensando no únicamente en resolver los conflictos entre nuestros hijos, sino en formarlos en la compasión y en el valor de compartir, Jhonson nos recomienda involucrarnos con nuestros hijos en actividades humanitarias. Se ha demostrado que si logramos que el acto de ayudar a los demás se vuelva un hábito y pase a formar parte de la rutina de nuestros hijos, lograremos efectos tan positivos como aumentar su capacidad para sentirse agradecidos, volverse más propensos a compartir con sus hermanos, y darle menor importancia a las pequeñas posesiones materiales por las cuales suelen pelear entre ellos.
Además, involucrarnos como familia en una causa humanitaria nos da la oportunidad de establecer vínculos más fuertes entre nosotros, reflexionar acerca de lo que tenemos para ser más agradecidos y fomentar valores como la empatía y la generosidad.
Así que ya sabes, enseñar a nuestros hijos a compartir con quienes más lo necesitan, es una receta ideal para formar su carácter y reducir los conflictos familiares.