Ser optimista
Seguro que conoces a alguien que tiene la habilidad de sacar el lado positivo de las cosas, de ver el vaso medio lleno o de no perder la esperanza aún cuando las circunstancias no son favorables. Estas características son propias de las personas optimistas.
En ocasiones podemos caer en el error de pensar que las personas optimistas son simples o conformistas. Que el optimismo es una patraña y que es cuanto menos imposible tener esta actitud cuando nuestras vidas se ven continuamente salpicadas de dificultades y problemas. Pero nada más lejos de la realidad.
Hoy sabemos que el optimismo está en nuestros genes y de hecho, es una de las cosas que nos ha permitido sobrevivir a lo largo de la evolución. Adaptarnos a los cambios sin actitud de derrota y no rendirnos ante los retos, ha contribuido enormemente a que hayamos llegado donde estamos. Pero el optimismo como otras fortalezas, hay que hacerlo florecer. Si trabajas cada día para ser un poco más optimista lo acabarás consiguiendo, pero si por el contrario, te pasas el día quejándote, sacándole “punta” a todo… es muy probable que caigas en el oscuro pesimismo.
Según los psicólogos Carmelo Vázquez y María Dolores Avia, estos son algunos indicadores que caracterizan a los optimistas:
Son positivos con uno mismo y con lo demás.
Son más creativos y resolutivos.
Son más flexibles y con la mente más abierta.
Aceptan los problemas y dificultades mejor.
Consiguen sus objetivos porque no se rinden ante la adversidad.
Recuerdan más los sucesos positivos.
Son más generosos, altruistas y solidarios.
Toleran mejor el dolor.
Tienen una mejor percepción de su salud, enferman menos y son más longevos.
Soportan mejor los efectos del estrés.
¿Qué beneficios tiene ser optimista?
Ayuda a fortalecer cualidades imprescindibles.
Una actitud positiva ante la vida es el mejor combustible para ser perseverantes y optimistas frente a los retos. Se ha constatado que las personas optimistas tienen más probabilidad de conseguir sus objetivos y superan mejor las adversidades y se recuperan más fácilmente de los fracasos.
Mejora la salud
Las personas optimistas tienen menos estrés ya que no anticipan un futuro lleno de amenazas y además suelen llevar hábitos de vida más saludables. Como resultado de esto, suelen vivir más años, tienen menos colesterol y menos enfermedades cardiovasculares.
Favorece las emociones positivas.
El pensamiento genera emociones por eso una persona en la que abundan pensamientos positivos y esperanzadores, es más probable que experimente emociones como la ilusión, la alegría, la perseverancia o el optimismo.
Está al alcance de todos.
Como comentamos anteriormente, el optimismo está en nuestra propia naturaleza y puede cultivarse y aprenderse como otras habilidades.
Mejora la autoestima y confianza en uno mismo.
El optimista entiende que en ocasiones las cosas no siempre salen bien y que eso no quiere decir que uno sea un desastre. No se culpa así mismo cuando las cosas salen mal pero tampoco se conforma y busca la forma de mejorar y conseguir las metas.
Proporciona una mayor sensación de control sobre nuestras propias vidas.
El optimista es responsable y perseverante en sus actos. Se compromete y trabaja duro para alcanzar, o al menos acercarse, a sus objetivos. Toma una actitud activa ante su vida y capea mejor los obstáculos que van apareciendo en su día a día.
Ayuda a disfrutar de los pequeños placeres del día a día.
El optimista vive momento a momento y estruja la vida como un limón. No se deja llevar por miedos sobre el futuro o se deja atormentar por los errores del pasado. Todo esto además de permitirle disfrutar mucho más de las cosas, le aporta grandes dosis de felicidad y paz interior.
Recuerda que querer es poder y ten presente que el optimismo no solo es un estado de ánimo sino una filosofía de vida. No dejes que otros decidan por ti y proponte cultivar cada día una actitud de alegría y de esperanza.