Ser ejemplo de voluntad para poder educar en ella
Como bien sabemos, a la hora de educar a nuestros hijos lo primero que necesitamos tener presente es que ellos imitarán nuestros comportamientos y que somos su principal fuente de referencia. Por lo tanto, si queremos formarles en un valor específico es necesario que nos detengamos a pensar si es un valor que tenemos adquirido y conforme al cual actuamos.
La fuerza de voluntad es una de las virtudes que más se necesita para llevar a cabo una vida saludable, exitosa y estable. Es muy fácil identificar cuando una persona es disciplinada y se rige por la fuerza de voluntad en lugar de por sus impulsos. Ten en cuenta que tus hijos se darán rápidamente cuenta de tu fuerza de voluntad.
Cuando una persona es capaz de levantarse temprano, cumple las metas que se propone (desde seguir una dieta hasta conseguir una promoción en el trabajo), cumple sus promesas o gestiona sus reacciones, se vuelve ejemplo de voluntad y determinación. Por el contrario, cuando nos comportamos de manera opuesta a lo que decimos, por más que charlemos con nuestros hijos, será difícil que sigan nuestro consejo.
Queremos aclarar que “el músculo de la voluntad” no es algo que se tiene o no se tiene, ni algo con lo que unos nacen y otros no. La voluntad es algo que se adquiere, se desarrolla y fortalece a lo largo de toda la vida y su adquisición comienza desde los primeros momentos de vida, fortaleciendo en el niño la tolerancia a la frustración.
Sabemos que puede resultar difícil y que supone mucha presión llevar una vida impecable para dar un buen ejemplo. ¡El objetivo no es ser perfectos! Tenemos derecho a equivocarnos y darnos ciertos placeres de vez en cuando (como cuando a pesar de estar a dieta nos permitimos comer una tarta una vez a la semana), lo que verdaderamente es importante es que tengamos claros nuestros objetivos y nos esforcemos por vivir con congruencia. Para lograrlo, os ofrecemos algunas pautas que os pueden guiar.
El primer paso es hacer una reflexión individual sobre el tipo de vida que llevamos y si es congruente con nuestros valores. Preguntas como: ¿Qué valores son importantes para mí y para mí familia?, ¿cómo éstos se reflejan en mis actitudes y acciones?, ¿qué hago para procurar mejorar en ellos?, ¿qué estilo de vida quiero llevar?, ¿qué acciones tomo para que mi familia y yo tengamos ese estilo de vida?, ¿tengo alguna adicción o hábito poco saludable?, ¿cómo podría mejorar mis hábitos?, ¿tengo algún hobby o pasión?, ¿cuándo fue la última vez que me propuse un reto?, ¿lo cumplí?.
Una vez que hayamos reflexionado sobre nuestros propios hábitos y la forma en la que llevamos nuestra vida, podemos buscar nuevas formas de aplicar la fuerza de voluntad para mejorar nuestra calidad de vida y la de nuestra familia. Por ejemplo, si he descubierto que llevo mucho tiempo sin poder crearme el hábito de hacer deporte de manera regular, puedo proponerme hacerlo y utilizarlo como oportunidad para dar el ejemplo a mis hijos. Para esto, es importante tener objetivos claros, precisos, bien delimitados y estables.
¡Poneos metas familiares! Para ayudar a nuestros hijos a fortalecer el músculo de la voluntad a la vez que servimos de ejemplo, puede ser muy motivante encontrar una meta en común. Puede ser desde iniciar un deporte nuevo como el ciclismo de montaña, completar un puzzle o ahorrar una cantidad específica de dinero para donarlo o gastarlo en una actividad recreativa. Las opciones son infinitas. Lo importante es que seamos los primeros en cumplir con el acuerdo y aprovechar los momentos de pereza para explicarles que nosotros también la sentimos pero que merece la pena el esfuerzo de vencerla.
Charlad con ellos sobre vuestras metas. Nuestros hijos, especialmente cuando son más pequeños, están muy interesados en lo que hacemos y admiran nuestros esfuerzos. No dudéis en hablarles sobre vuestros logros y haced hincapié en que no fue sencillo conseguirlos, que os ha requerido mucho esfuerzo pero que el premio de haberlo conseguido ha sido genial.
Mostad una actitud positiva ante el esfuerzo. Si solemos quejarnos del trabajo o de los esfuerzos que es preciso realizar, estamos contribuyendo a crear un ambiente familiar contrario a la fortaleza. Por eso os sugerimos aprender a mostrar alegría ante los esfuerzos realizados, para que los niños vean esta virtud como deseable y útil.
Por último, pero igualmente importante, poneos de acuerdo como padres sobre cuáles son las virtudes que queréis inculcar en vuestros hijos y cómo pensáis hacerlo. Esto es especialmente importante para evitar enviarles mensajes mixtos y para que su formación sea constante. Podrá ser de mucha ayuda si entre ambos os ayudáis a perseguir vuestras metas y os dais apoyo en el camino.
Recordad que el ejercicio de la voluntad cobra doble significado cuando somos padres. Por un lado es necesario para que podamos cumplir nuestras metas y cultivar buenos hábitos, y por otro lado, es el camino para enseñar a nuestros hijos a vivir de éste modo. Así que ya sabéis, aunque en ocasiones sea difícil, los padres contamos con una motivación muy poderosa: ¡el bienestar de nuestros hijos!