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El cerebro adolescente: ¿cómo influye en las relaciones sociales?


¿A veces dudas sobre si tienes un adolescente (humano) o un marciano en casa? No te preocupes seguro que muchos padres se sienten como tú. La adolescencia es una etapa de múltiples cambios y eso, afecta al comportamiento y al estado emocional de tu hijo. Su cerebro está cambiando a toda prisa y con él, el resto del cuerpo. En este artículo podrás encontrar algunas explicaciones de lo que realmente está pasando.

A lo largo de la adolescencia se producen los cambios cerebrales necesarios para poder hacer frente a la vida cuando llegue la edad adulta. La naturaleza prepara al niño para que comience a enfrentarse a lo desconocido, a lo imprevisto y a la incertidumbre. En definitiva, le ayuda a salir de su zona de confort para comenzar a ser autónomo.

Durante este proceso, inevitablemente, se transforman nuestras relaciones. Comenzamos a ver más allá de los padres para dar paso a los amigos y al resto de la sociedad.

Aunque son muchos los cambios que se producen en el cerebro durante la adolescencia, son tres los que influyen principalmente en las relaciones sociales:

1. Emociones más intensas El área encargada de las emociones (el área límbica) ejerce más influencia en el razonamiento de los adolescentes que en el de los niños y adultos. Además los adolescentes tienden a interpretar las emociones neutras de los demás como negativas o más intensas de lo que realmente son.

Esta alta emocionalidad es la causa de que se muestren con frecuencia irritables, tristes o de mal humor. Como padres debemos tener esto presente para no castigar al adolescente por el simple hecho de estar más emocional de lo esperado, aunque siempre poniendo límites a las faltas de respeto.

2. Atracción por lo nuevo y por el riesgo

Todos tenemos en el cerebro una sustancia que nos hace sentir bien, la dopamina. Se ha comprobado que esta sustancia está menos presente en los adolescentes pero que cuando se libera, lo hace de forma más intensa.

Las situaciones nuevas suponen una liberación masiva de dopamina y por eso, cuanto más novedoso, más dopamina y mejor se siente el adolescente. Desgraciadamente, ya que lo nuevo es efímero, en poco tiempo se aburren.

Además, los adolescentes tienden a centrarse en lo positivo de las experiencias dejando de lado los posibles peligros o consecuencias negativas. Una vez más es la emocionalidad y la búsqueda del placer los que guían muchas de sus decisiones.

3. Necesidad de sentirse parte del grupo de iguales El ser humano necesita del grupo para sobrevivir. Desde que nacemos desarrollamos apego hacia nuestros cuidadores porque es un mecanismo esencial para la supervivencia. A medida que vamos creciendo, el apego se va ampliando a otros entornos: en el caso de los adolescentes, son los amigos el principal foco. Los adolescentes se mimetizan con su grupo de iguales para sentirse parte del mismo: se visten igual, hablan igual, comparten aficiones,…

El riesgo principal en esta transición es que nuestros hijos sucumban a la presión del grupo y dejen de lado su propia identidad para ser un miembro más. Como padres debemos acompañarles en el proceso de búsqueda del equilibrio entre la integración en el grupo y la autoafirmación. A través del respeto, del diálogo y del ejemplo, podemos enseñarles a decir que no ante propuestas en las que no quieren acompañar al grupo.

Adaptación del artículo original: How the Teen Brain Transforms Relationships Del Autor: Daniel Siegel

 

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