Guía práctica para no caer en la hiperpaternidad
Carl Honoré, autor de “Bajo presión. Cómo educar a nuestros hijos en un mundo hiperexigente”, e internacionalmente reconocido por su libro “Elogio de la lentitud” denuncia, al igual que nosotras, la hiperpaternidad. Entiende la hiperpaternidad como una moda educativa que considera a los hijos como seres vulnerables e intocables a los que hay que sobreproteger y solucionar todos sus problemas. Este nuevo modelo educativo se está llevando por delante su autonomía y responsabilidad, su capacidad de frustración, al mismo tiempo que genera niños miedosos, con baja tolerancia a la frustración y un débil músculo del esfuerzo.
En el artículo Hiperpaternidad: ¿qué tipo de padre/madre eres? hablamos de este nuevo estilo de educación en profundidad. ¿Ya has descubierto que tipo de padre eres? ¿Crees que tu estilo educativo encaja en la hiperpaternidad?
Si es así y quieres cambiar tu forma de educar, no te preocupes, el que seas consciente de ello es el primer paso para ponerle remedio y elegir una forma de educar que te permita hacer de tus hijos seres autónomos, resistentes, colaboradores, responsables, con tolerancia a la frustración y fortalezas que les permita afrontar su vida y superar las dificultades.
No te culpes si crees que hasta ahora no lo has hecho del todo bien. Nadie nos proporciona un manual de instrucciones al tener un hijo.
A continuación te mostramos algunas estrategias ¡que funcionan! No te creas nada, experiméntalo por ti mismo y saca tus propias conclusiones.
Cambia tu forma de pensar. No veas el mundo que les rodea como una selva llena de peligros, sino como un campo de prácticas lleno de oportunidades para aprender y fortalecerse.
Cuando te asalte el miedo (“Y si a mi hijo le pasa…”) háblate a ti mismo de forma más eficaz. Quizás te ayude decirte “la educación es una preparación para la vida y ésta nos presenta diariamente adversidades y contratiempos. Sólo afrontándolos podremos aprender a manejarlos”.
No te compares con los demás. Sólo te llevará a distorsionar la realidad y a sufrir. Si a pesar de ello te cuesta dejar de hacerlo, piensa en todas las adversidades a las que se enfrentan los seres humanos y, cómo a pesar de ello sobreviven, e incluso ¡¡¡son felices¡¡¡
Permite a tu hijo ser autónomo e independiente. Comer sólo (aunque se manche), vestirse sólo (aunque no lo haga perfecto) y aprovecha la ocasión para ir entrenándole. Valora su esfuerzo.
Enseña a tu hijo a colaborar en las tareas domésticas. En cuanto tenga capacidad para hacerlo: recoger su cuarto, llevar la ropa sucia al cesto (aunque se le caigan prendas por el camino), recoger sus platos, poner la mesa (aunque no lo haga como a ti te gusta).
A través de estas tareas les permitimos aprender habilidades y sentirse útiles. Les ayuda a sentirse “mayores”, responsables y a vencer la pereza que a todos nos asalta diariamente ante determinadas tareas. Nadie se libra.
Colaborar facilita empatizar con los padres, apreciar su esfuerzo diario para que puedan disfrutar de ropa limpia, comida rica y, de este modo, desarrollar el saludable sentimiento de la gratitud.
Hazle responsable de sus cosas. Llevar su mochila, hacer sus deberes, llevar su ropa de gimnasia, y si olvida algo o no cumple sus responsabilidades, que experimente las consecuencias naturales. Sólo éstas les pueden ayudar a acordarse la próxima vez.
Simplifica tu vida y la de tus hijos. No sobrecargues su agenda. Analiza de qué cosas puedes prescindir y verás que “no pasa nada”. Es más, pasa algo bueno, que tu hijo tiene tiempo para jugar y sufre menos estrés.
Renuncia a ser el “animador” permanente de tu hijo. Es bueno que en algunos momentos se aburra, de este modo favoreces que desarrolle su propia imaginación.
Recupera los juegos populares tradicionales y le harás un gran favor a tu hijo. Y mayor aún si con ellos sustituyen la tv., la Tablet o la Play. Jugar con una pelota o a la rayuela, o saltar a la comba, o al escondite son ejemplos saludables de ejercicio físico y mental.
Educa a tus hijos en un ambiente austero. No les colmes de regalos ni les compres todo lo que te piden. Los privilegios deben ganarse.
Aprende a decirle no y a no satisfacer todos sus deseos, sin sentirte culpable. De este modo aprenderá a valorar y cuidar más las cosas y a tolerar la frustración.
Permite a tu hijo que se equivoque, y enséñale a quitarle importancia y aprender de sus errores.
Permite a tus hijos hacer actividades que les enriquezcan, aunque conlleven cierto riesgo. Desde subirse a los árboles, hacer deportes de exigencia, hasta asistir desde pequeños a campamentos, hacer trabajos por cuenta ajena, dormir en casa de amigos. Por supuesto siempre garantizando un entorno idóneo.
Controla tu perfeccionismo. No existe el padre /madre perfecto, ni el hijo perfecto. Siempre podemos aprender y mejorar. No sucumbáis a la presión de ser los “mejores padres”.
Establece límites y normas claros y sencillos a tus hijos y házselos cumplir. Hay que recordarlos con firmeza pero sin ira, cuando sea necesario. Está demostrado que los niños que siguen unas normas crecen más seguros que los que carecen de ellas.
Lo que no hagas cumplir cuando son pequeños, te será imposible hacerlo en la adolescencia. Se empieza a educar desde el primer minuto de vida.
Enséñales la importancia del deber cumplido y del desarrollo del músculo del esfuerzo y disciplina. Es uno de los mejores Máster que pueden hacer.
Primero viene el deber y luego el privilegio. No te agotes en una batalla campal por los deberes o cualquier otra responsabilidad. Define la responsabilidad y las consecuencias positivas que genera su cumplimiento y mantente firme a pesar de las protestas. “Primero haces tus deberes y luego juegas…”
Recuerda que eres un referente para tus hijos. La mejor lección es el ejemplo. Si no lo encuentran en ti, lo buscaran en la calle, entre sus iguales o en la telebasura. Necesitan tu liderazgo. Sé para tus hijos un faro que les ilumine con señales claras y motivadoras.
No te obsesiones exageradamente con controlar hasta el mínimo detalle de su proceso formativo. Entendemos que desees lo mejor para ellos, pero no te dejes la vida en pagar el colegio más caro, fuera de tus posibilidades, en agotar a tu hijo con una agenda exhaustiva con largas distancias en la ruta o innumerables tareas extraescolares.
Respeta la autoridad del docentey enséñale a tu hijo a hacerlo. Incluso aunque se equivoque, resuélvelo con él por los cauces establecidos, sin desautorizarle ante tu hijo. Salvo casos de incuestionable necesidad.
No te olvides de la tarea extraescolar más importante, el diálogo y la convivencia en familia. Son muchos los niños que pasan la tarde entera con la cuidadora o solos con el grupo de amigos, sin enriquecerse con los frutos de un ambiente familiar y del tiempo compartido.
No te proponemos que seas un padre pasota, sino que ofrezcas a tu hijo autonomía e independencia, así como confianza y una sana desatención.
La tarea educativa exige mucho esfuerzo físico cuando son pequeños y esfuerzo emocional durante la adolescencia, lo que la hace ingrata en muchos momentos. Pero vuestro papel como padres es insustituible y clave para el posterior desarrollo de vuestro retoño.