1 año después: los efectos del confinamiento en los más pequeños
Durante la crisis de la COVID-19 en la que aún estamos inmersos, son muchas las preocupaciones que afectan a la población general, en especial a algunos colectivos como el de los profesores, que han debido asumir responsabilidades necesarias y cambios importantes en el desempeño de su trabajo. Además, los maestros son muy conscientes de que la situación pandémica ha tenido consecuencias psicológicas también para los más pequeños. Los niños y los adolescentes se han visto obligados a modificar su universo personal, escolar y social para adaptarse a una nueva escuela COVID, una escuela que les protege de contagios y que viene demostrando día a día la calidad humana y profesionalidad de sus docentes. Ahora, conformados en “grupos-clase burbuja”, y con parques y zonas de ocio cerradas o restringidas, no sabemos aún las repercusiones reales que la crisis está teniendo en ellos.
Por un lado, parece útil creer que su gran plasticidad y capacidad de adaptación han hecho que, en general, asumiesen con más facilidad, obediencia y resignación que los adultos, los cambios de su entorno. Muchos niños y adolescentes se han beneficiado del confinamiento, perseverando en sus aprendizajes escolares por sí mismos, desarrollando mayor autonomía y responsabilidad en el trabajo escolar y potenciando su creatividad en el juego en solitario.
Sin embargo, no todo fueron ventajas. Desconocemos, por ejemplo, los efectos del confinamiento en el desarrollo motriz de los más pequeños, en los que los juegos de movimiento son tan importantes. Tampoco sabemos hasta qué punto alumnos de todas las etapas que se confinaron en momentos decisivos de su trayectoria escolar se vieron afectados por la interrupción prolongada de las clases presenciales.
Cabe preguntar, por otro lado, si los cambios necesarios en las condiciones escolares y de socialización derivados de la COVID-19 han repercutido en todos los alumnos por igual. La mayoría de los docentes es probable que piensen que no es así. Los niños altamente sensibles, aquellos con problemas psicológicos previos, los que presentaban alguna dificultad para la interacción social, (como los diagnosticados con un trastorno del espectro autista) es probable que haya sufrido de forma más acusada las consecuencias del confinamiento y la falta de rutina escolar.
Muchos maestros y profesores refieren que aquellos alumnos que presentaban con anterioridad dificultades de aprendizaje significativas han acusado en mayor medida los cambios en los centros escolares ocasionados por la pandemia. Sus dificultades para la comprensión, su falta de autonomía en el aprendizaje y la retirada necesaria de algunos recursos de atención a la diversidad han influido notablemente en su situación académica y personal, haciendo que probablemente sean los más afectados por la nueva situación.
Por otro lado, desde nuestra experiencia en psicología escolar y clínica, hemos comprobado como aquellos alumnos altamente sensibles o con problemas de regulación emocional han encajado con mayor dificultad estos cambios. Son muchas las familias que han consultado sobre los miedos y preocupaciones de sus hijos respecto al contagio y las restricciones sociales. Algunos de estos niños han tenido que ser atendidos por presentar problemas de conducta e interacción, en ocasiones similares a los que presentaban en el aula, pero que se han intensificado debido a las constantes acomodaciones a esta situación tan perpleja y cambiante.
En este sentido, también aquellos alumnos con un perfil de altas capacidades intelectuales se han enfrentado de manera distinta a la crisis de la COVID-19. Capaces de interpretar el peligro y la gravedad de la pandemia mundial en condiciones similares a las de los adultos, han sido tratados en muchas ocasiones desde el entorno familiar de acuerdo a su edad cronológica, hecho que ha derivado en preocupaciones excesivas no atendidas, ansiedad y pensamientos catastrofistas que les han llevado a un estado de ánimo decaído.
Desde los centros escolares, los esfuerzos por acomodarse a las circunstancias y atender a su alumnado e idiosincrasia están siendo considerables, suponiendo un gran ejemplo social de adaptación a las necesidades de alumnos y profesores durante el complejo curso 20-21 que aún tenemos presente.
Desde la Fundación Educamos en Familia, queremos contribuir al esfuerzo realizado por los docentes con algunas recomendaciones para la atención al alumnado en relación a la crisis de la COVID-19. Esperamos que sean útiles.
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