Normas y límites: importancia y consejos para establecerlos
Aunque a tus hijos no les gusten las normas, las necesitan. Los límites les marcan lo que está permitido y lo que no, les ayudan a desenvolverse y entender el mundo que les rodea, les empujan a esforzarse para hacer las cosas bien y les aportan seguridad.
¿Por qué son importantes los límites y las normas en la educación?
Los límites deben empezar desde el nacimiento y se irán revisando a medida que tu hijo vaya creciendo. Desde que nacen es necesario enseñarles a adaptarse al medio y los límites y las normas, son la forma para hacerlo.
De hecho si te paras a pensar, comprobarás como la mayor parte del tiempo que llevas dedicado a la educación de tus hijos tiene que ver de una forma u otra con el establecimiento de límites y con asegurarte de su cumplimiento. Si queréis que vuestros hijos comprendan que la autoridad de la casa recae sobre vosotros, debéis ser firmes y coherentes con lo que predicáis.
Pero aunque las normas están tan presentes en el día a día familiar no siempre es fácil elegir cuáles son las más relevantes ni qué consecuencias debe tener su incumplimiento… Para facilitarte la tarea te ofrecemos algunos requisitos indispensables que deben cumplir vuestras normas:
1. Acordes con la edad. En función del periodo evolutivo sabremos qué podemos pedirle a nuestros hijos y qué no. Cuanto más pequeños son, menos normas debe haber, ser más claras y sus consecuencias más inmediatas. Si hablamos de adolescentes puede haber más normas, las consecuencias no tiene que ser tan inmediatas y puede haber espacio para la negociación.
2. Claras, bien definidas y avisadas con antelación. Deben comprender exactamente lo que se le está pidiendo y saber de antemano qué se espera de ellos.
3. Pocas. ¿Qué es lo que realmente importa? Aunque habrá muchas cosas que te parecerán relevantes, si hay demasiadas normas tú hijo puede sentirse oprimido y tomar una actitud pasota o rebelarse. Piensa qué cosas te parecen realmente importantes y con ellas, cread “Las normas de casa”
4. Formuladas en positivo. Siempre que sea posible es preferible decir lo que queremos que hagan y no, lo que no consideramos aceptable. Por ejemplo: “Habla bajo” en vez de “No grites”
5. Tener consecuencias. Las normas deben ir acompañadas de unas consecuencias. Que tú hijo comprenda la relación entre su conducta y el resultado es una forma de regular su comportamiento y adquirir autocontrol.
6. Consensuadas. Los padres debéis haber comentado con anterioridad qué normas os parecen importantes así como las consecuencias de las mismas. Evitar, siempre que sea posible: contradecir al otro en presencia del hijo, delegar en el otro la norma o cambiar de normas con frecuencia y sin previo aviso.
7. Deben ir acompañadas de vuestro ejemplo. No puedes pedirle a tus hijos que se coman todo lo del plato si tú dejas comida, que se laven las manos antes de comer si tú no te las lavas, pedir que no griten si tú se lo dices gritando… ¡tú ejemplo es lo más importante!
Para entender mejor cómo las normas son una guía para tus hijos y aunque no les gusten las necesitan, te dejamos con una metáfora que lo ejemplifica a la perfección:
Imagínate nadando en el medio del mar, desde donde no ves tierra por ningún lado. No sabes hacía dónde ir. Todo a tu alrededor es agua. No sabes qué hacer ni hacia dónde dirigirte. Estás perdido.
Ahora imagina que estás en la misma situación pero hay unas señales que te van indicando el camino para llegar a tierra firme.
¿Experimentarás la misma ansiedad en las dos ocasiones? o ¿en cuál de las dos situaciones es más probable que acabes consiguiendo lo que buscas?
No puede existir un correcto desarrollo personal ni social sin unas normas que dirijan y contengan el comportamiento humano. Los límites aportan seguridad y control sobre el medio que nos rodea y nos permiten convivir los unos con los otros.
¿Cómo establecer normas y límites?
Poner normas y conseguir que se cumplan no es nada sencillo. El temperamento de nuestros hijos, la situación particular de nuestra familia, el momento en el que se ponen,… Son muchos los factores que influyen en que el resultado sea exitoso o un anunciado fracaso. Quizás uno de los elementos más importantes para lograr nuestro objetivo es nuestra actitud y forma de proceder.
Veamos algunos consejos para aumentar la probabilidad de que las normas sean cumplidas.
Qué debemos hacer:
-Predicar con el ejemplo. Lo que está mal para tu hijo, está mal para ti. Por ejemplo: no pedir que recojan sus juguetes si tienes tu dormitorio desordenado, no obligarles a comer verdura si tú no la tomas, pedir que no griten si tú gritas…
-Criticar el comportamiento, no a la persona. Cuando tú hijo haga algo mal, céntrate únicamente en ese comportamiento concreto sin englobar a toda su persona. Por ejemplo: “No grites cuando me hables” en vez de “Eres un chillón”.
-Consensuar las normas entre ambos padres. Para que las normas funcionen debe haber acuerdos entre los padres sobre lo que se considera correcto y lo que no. En caso de que aparezcan dudas o discrepancias, no discutirlas delante de los hijos para que no encuentren fisuras por las que presionar o salirse con la suya.
-Trabajo en equipo. En ocasiones se puede caer en el error de ser solo un padre el encargado de poner las normas y aplicar las consecuencias, cayendo así en los roles de “poli bueno y poli malo”. Lo recomendable es que se reparta esta tarea entre ambos padres para mostrar firmeza, dedicación y consenso.
-Ser perseverantes. Los niños pueden llegar a ser muy insistentes para conseguir lo que quieren. Aunque estemos cansados, aburridos o enfadados es importante mantenernos en nuestra postura sin flaquear, para transmitir el mensaje de que las normas hay que respetarlas aunque no siempre nos gusten o nos apetezca.
-Reconocer lo bueno. Si bien parte de nuestras energías tienen que orientarse a corregir a nuestros hijos, no menos importante es reforzar los comportamientos que consideramos adecuados o deseables. Tenemos que fijarnos no solo en lo que no va bien sino en todas las cosas que si lo están y en los avances que se van consiguiendo.
Qué no debemos hacer:
-Chantajear. “Ya no te quiero”, “Eres un hijo muy malo”, “¿Cómo puedes hacerme sufrir de esta manera?”… Aunque en la mayoría de las ocasiones se utilizan este tipo de frases para motivar o hacer ver la importancia del cumplimiento de las normas, tus hijos pueden sentirse muy angustiados y culpables. Es mejor hacer comentarios como: “Estoy enfadada porque me has gritado e insultado”, “Te quiero mucho pero tienes que respetar las normas que tenemos en casa”…
-Amenazar. Aunque las amenazas suele ser un método sencillo para conseguir que nos obedezcan rápidamente, no se mantienen los comportamientos en el tiempo. No debemos generar miedo en nuestros hijos sino conciencia de lo que está bien o mal.
-Descalificar. “Eres un desastre”, “Hijo mío pareces tonto”, “Eres una causa perdida”… La crítica destructiva nunca ha sido un buen método educativo. Además tenemos a nuestro alcance otros medios mucho más positivos y eficaces para influir en nuestros hijos (escucha activa, hacerle pensar, asertividad, negociación…)
-Mostrar poca seriedad. Aunque nuestros hijos pueden ser muy graciosos y ocurrentes en momentos determinados, no debemos perder la seriedad cuando estemos aplicando alguna consecuencia por un mal comportamiento. Si nos reímos o le prestamos más atención de la necesaria por ese mal comportamiento, puede interpretarlo como un juego perdiendo nuestro castigo todo su efecto.
-Modificar continuamente las normas y consecuencias. Si queremos que las normas sean respetadas deben mantenerse el tiempo suficiente para que nuestros hijos interioricen el mensaje que éstas encierran.
Si tienes alguna duda sobre cómo aplicar estas técnicas o estás teniendo alguna dificultad en casa, recuerda que puedes contactarnos y recibir asesoría de manera gratuita.